En la imagen podemos ver una escena situada en una plaza de toros, que adivinamos por el amarillo del albero, el tabloncillo y la parte delantera de las barreras del tendido. En el ruedo se está produciendo el tercio de varas. En esta parte de la lidia, el picador prueba la bravura, el comportamiento y temperamento del toro. Para ello usa la vara de detener, armada con una puya, con la que se pica al toro. El objetivo de esta suerte es ahormar al toro y prepararlo para la lidia.
El toro se coloca en suerte a contraquerencia, es decir, en el lugar opuesto al que se encuentran los chiqueros. El picador debe torear o, como se conocía a estas acciones antiguamente, “provocar la vara”. El picador cita al toro ofreciendo el pecho del caballo y se prepara para recibir la embestida del toro. En 1890, fecha aproximada de realización de esta acuarela, los caballos de picar no llevaban el peto protector que se hizo obligatorio por Real Orden número 127 de 1928. Hasta esa fecha, la bravura de los toros se medía por la cantidad de caballos que hería o mataba el astado. El picador, armado con la vara de picar intentaba frenar la embestida el toro y así evitar que la res tocara al caballo.
A finales del siglo XIX, tal y como se muestra en esta obra de Sorolla, para picar los toros, el picador se disponía con su caballo en diagonal frente al toro. Cuando el animal embestía, lo frenaba con un puyazo. En este momento, cuando el astado estaba a punto de rozar las patas delanteras del caballo, el picador levantaba su corcel. De esta manera, facilitaba un giro a dos patas para salir del alcance del astado, mientras los toreros le protegían con sus capotes.
En la escena podemos ver a un toro que embiste e hiere al caballo por la zona de los pechos. El picador que monta al equino está emborronado y da la sensación de que ha sido desarmado por el astado, pudiéndose advertir el castoreño y la vara de picar partida sobre el ruedo de la plaza. A la izquierda hay varios toreros de a pie, que se aproximan al caballo con sus capotes, con la intención de sacar al toro de la suerte y realizar el correspondiente “quite”.
La obra transmite la violencia del momento mediante el uso de colores intensos, aplicados con pinceladas agitadas. La composición está formada por curvas, diagonales y escorzos, como el del toro que ofrece los cuartos traseros al espectador. El color está aplicado mediante grandes manchas o pinceladas rápidas que crean dinamismo y movimiento.
Al igual que Sorolla, otros artistas se interesaron por la suerte de varas, realizando obras de gran expresión y dinamismo. Destacan, en este sentido, la soberbia “Caída de un picador de su caballo debajo de un toro”, incluida por Goya en su Tauromaquia (1814-1816) o “Corrida de toros. Picador herido”, realizada por Mariano Fortuny en 1867.
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