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Piquero de Bailén

Piquero de Bailén. MT-CIPE Pulse para ampliar

Este pequeño silbato obedece a una tipología específica, conocida como «Piquero de Bailén». Representa, sobre una peana rectangular, a un picador a caballo. El animal permanece quieto, con la cabeza levantada. El picador apoya sus manos en la cintura, y muestra todos los elementos asociados a su papel en la corrida de toros.

Realizada en barro cocido y modelado a mano, la pieza se cubre con un vidriado en blanco, recurriendo a líneas amarillas y azules para marcar detalles, como los del rostro del jinete o el arnés del animal.

El picador se identifica claramente gracias a su chaquetilla, representando sus guarniciones con líneas de los mismos colores, además de la corbatilla. El sombrero de copa semiesférica y ala ancha, conocido como castoreño, está decorado en uno de sus lados por la moña, de color azul intenso. Tiene un orificio en su mano derecha, que serviría para introducir la pica.

Los talleres alfareros andaluces recogen una larga tradición cerámica. Entre sus producciones más destacadas y llamativas están las vidriadas, con los colores tradicionalmente asociados a las producciones hispanomusulmanas. Todas las provincias andaluzas cuentan con numerosos talleres con una producción de sobrada calidad. Esta pieza procede de Andújar, localidad jienense reconocida por la labor de sus alfareros, que destaca por sus producciones vidriadas, especialmente las de carácter decorativo, como las jarras grotescas, los caballitos y los juguetes.

Los caballitos adoptan diversas tipologías que enraízan con diferentes tradiciones de la localidad. Algunas investigaciones ponen en relación estas figuras, casi siempre silbatos de pequeño tamaño, con la historia de la región, estableciendo paralelismos incluso con las producciones íberas de exvotos, localizados en diversos espacios considerados santuarios. Los conocidos como “pitos de Andújar” continuarían en el tiempo esta tradición, incluso cristianizando su uso en relación con uno de los cultos más arraigados en la localidad, el de la Virgen de la Cabeza.

La romería de Nuestra Señora de la Virgen de la Cabeza se celebra el último domingo de abril. Los romeros suben a la Basílica situada en el Cerro del Cabezo. Este culto puede remontarse al siglo XIII, con motivo de la aparición de la Virgen, según recoge la leyenda. Actualmente ha llegado a constituir una de las romerías más importantes de la región. En ella era habitual la venta a los romeros y a los niños de pequeños silbatos realizados en barro, con diversas formas, utilizados como un juguete musical. Las referencias más antiguas al uso de estos pitos en la romería pueden remontarse al siglo XVII.

Otra referencia nos indica su uso en la Guerra de la Independencia, cuando se utilizaron para producir ruido, a modo de burla contra los soldados franceses. En este momento, el silbato adquiere la forma de un garrochero de Bailén, jinetes que en las dehesas estaban al cargo de los toros y eran conocidos por su habilidad con la garrocha. Llegaron a constituir una unidad del ejército español que derrotó a las tropas francesas en Bailén el 19 de julio de 1808.

Pronto se hicieron populares los silbatos que representaban a estos jinetes, pero la tipología fue ampliando su variedad a lo largo del tiempo. Junto a estas figuras, ataviadas con uniformes a lo francés, también surgieron figuras de animales, sobre todo relacionadas con el mundo del toro en todas sus suertes. Es el caso de la figura que tratamos. El picador, parte fundamental en la cuadrilla del torero, debe templar la violencia de la acometida del toro en el denominado tercio de varas. Junto a los otros protagonistas de las corridas de toros, llegó a constituir parte fundamental de la identidad romántica española del XIX, momento en el que el toreo va adquiriendo las características que lo definen, a medida que su popularidad crece entre el público y, por supuesto, encuentra su reflejo en las representaciones artísticas de todo tipo.

Museo del Traje. CIPE

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