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Lebrillo de Triana con toro

Lebrillo de Triana con toro. MNCV Pulse para ampliar

Los lebrillos constituyen una de las piezas más representativas de la producción de la cerámica de Triana. Tal como señala uno de sus mayores especialistas, Alfonso Pleguezuelo, pocos campos dentro del arte andaluz tienen tanta popularidad como la cerámica de Triana, destacando dentro de ella sus lebrillos.

Las raíces de la cerámica vidriada andaluza se remontan, como en el resto de la Península Ibérica, a la época andalusí. A partir del siglo XVI, Triana se convertiría en un foco de producción azulejera, que combinó con la fabricación de loza popular, cuya producción aumentaría considerablemente durante el siglo XIX. Triana, aunque no exenta de las influencias de la cerámica de Talavera en cuanto a lo que se refiere al universo polícromo, creó géneros decorativos propios como el de “montería”, en el que se mezclan temas cinegéticos de referencias locales con paisajes fantásticos, arquitecturas y escenas anecdóticas, género en el que se encuadra la pieza que se presenta. A estos temas hay que añadir una interpretación antiacadémica, espontánea y el uso de un vivo cromatismo. Se trata de características que advertimos en este lebrillo y que se cultivarían a lo largo de sus producciones durante el siglo XIX y principios del XX, y que servirían para decorar una gran variedad de objetos, como platos, macetas, talleros, búcaros, jarras de vino, floreros y bandejas….

Entre todos ellos, destaca el lebrillo, pieza con una larga tradición medieval, que parte también de época andalusí. Los lebrillos tuvieron además gran éxito comercial entre los viajeros y visitantes de la ciudad hispalense, adquiridos muchos de ellos como recuerdo de su visita. A partir del siglo XIX, los lebrillos “trianeros”, decorados a pincel con un estilo muy popular y con una gran fuerza expresiva, vivieron un periodo de apogeo. La aplicación a múltiples usos domésticos garantizó su excelente comercialización: fueron usados para hacer la colada, amasar el pan, fregar la vajilla o ayudar en la elaboración de embutidos, entre otros usos.

Existieron dos tipologías decorativas. El más común, con influencia talaverana en su factura, con tonalidades verdes, amarillas, ocres, azules y negras. Y un segundo tipo, en azul, utilizando el sistema de estampillado, como sucede en este lebrillo. El uso de la policromía en azul y blanco, conseguida gracias al óxido de cobalto y al óxido de estaño, hay que relacionarlo con la influencia que la cerámica china había ejercido en la producción alfarera peninsular desde el siglo XVI, gracias a la llegada de porcelanas china a través del Galeón de Manila. Los lebrillos en azul o en azul y negro no fueron decorados a pincel, como fue habitual en los lebrillos polícromos, sino con el sistema de mascarilla recortada sobre papel encerado, procedimiento denominado “trepa” en el levante. La mascarilla recortada se fijaba sobre la superficie del objeto y se barría con una brocha impregnada de tinta, que permitía su decoración de forma rápida y mecánica. A veces, como se observa en la pieza propuesta, se combinaban en un mismo lebrillo la decoración a pincel (figura del toro) y la “trepa” en el interior de las paredes del cuerpo. El método de la “trepa”, utilizado en las fábricas de Valencia-Castellón, fue el único avance técnico que incorporaron los alfareros de Triana.

Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias "González Martí"

Para más información descarga la ficha de CERES PDF

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