La fiesta de los toros forma parte de la cultura popular española y de su historia. Resulta casi un tópico citar, en este sentido, a Ortega cuando sostiene que la historia del toreo está tan ligada a la de España, que sin conocer la primera resulta imposible comprender la segunda. Por eso los toros están presentes, históricamente, de múltiples formas y maneras, en la vida cotidiana de los españoles.
Así sucede en las fiestas y celebraciones populares. En las grandes capitales - Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao, Pamplona… - se organizan importantes Ferias taurinas, que atraen a miles de visitantes. En buena parte de las ciudades y pueblos de España, no se conciben las fiestas patronales sin algún festejo taurino. Y, en muchísimas localidades, los mozos compiten en las vaquillas, encierros o correbous…
Otro ejemplo significativo es la absoluta naturalidad con la que el lenguaje taurino permea el habla común (”pinchar en hueso”, “echar un capote”, “cortarse la coleta”, “coger el toro por los cuernos”…) incluso del no aficionado.
La temática taurina ha nutrido, por otro lado, las manifestaciones artísticas más populares con las que el pueblo ha bailado, cantado, reído y llorado en películas, pasodobles, romances y coplas…
No es extraño que esta vinculación, tan habitual y espontánea, se reflejase en los objetos cotidianos más variados, que se adornan con escenas taurinas. En las casas aristocráticas, en bandejas de plata en las que se ofrecen unos dulces o pastas a los invitados. En ricos abanicos de nácar con retratos de los toreros famosos o de las principales suertes: el picador en su caballo, la estocada... Pero también se encuentran motivos taurinos en cualquier cacharro de cerámica popular, de Talavera o de Triana, empleado para usos domésticos, como fregar la vajilla, hacer la colada o preparar alimentos.
Históricamente hubo un tiempo en que los toreros competían con los futbolistas, los cantantes o los artistas de cine en ser los ídolos populares a los que todo el mundo admiraba o envidiaba. Si se daba la oportunidad, se intentaba acercarse a ellos, saludarlos, darles la mano o pedirles un autógrafo. Se les atribuían fabulosas fortunas, vidas y romances novelescos…
Para referirse a alguna de estas figuras bastaba con el nombre propio, sin necesidad del apellido: en los años veinte, la rivalidad entre José y Juan. Antes de la guerra, el pasodoble proclamaba: “Marcial, eres el más grande”. Después de ella, bastaba con decir Pepe Luis, Luis Miguel o Curro; no era necesario añadir Vázquez, Dominguín o Romero.
En este contexto, no resulta extraño que en una ciudad tan taurina como Córdoba se bautizara a muchos niños con el nombre de Rafael, elevado de categoría por los Califas del toreo: Lagartijo, Guerrita, Machaquito.
En esta sección inaugural del proyecto Las culturas del toro en los museos estatales se va a explorar la presencia taurina en el mundo cotidiano y su plasmación en objetos íntimos y personales, a partir de una selección de piezas de las colecciones de los museos estatales.
En la muestra se ha incluido un abanico con aplicaciones fotográficas de Laurent, perteneciente a la colección del Museo Nacional del Romanticismo, que incluye una serie de retratos de toreros decimonónicos, una bandeja de plata con escenas taurinas del Museo Nacional de Artes Decorativas, un lebrillo de Triana del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí o un «Piquero de Bailén», un silbato con la figura de un picador a caballo, perteneciente a la colección del Museo del Traje. Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico.
La selección nos va a descubrir también aspectos relacionados con la imaginación sociológica, al incluir la transcripción de la papeleta de la “Encuesta del Ateneo” referente a la sección “Nacimiento”, conservada en la colección del Museo Nacional de Antropología, en la que se explica la popularización del nombre de Rafael entre los niños cordobeses a partir del enorme impacto social que tuvo el torero cordobés Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”. Un fenómeno que se conoció como “Los Rafaeles”.
Con La presencia taurina en el mundo cotidiano se abre una serie de pequeñas exposiciones virtuales, en las que se irán mostrando diferentes piezas de las colecciones de los museos estatales, con el denominador común de la presencia de la cultura del toro en sus diferentes manifestaciones.