Número de inventario: 65870.
Papel. 29,5 x 20 cm.
El animal que encontramos representado es la paloma. Este animal desde la mitología clásica es uno de los consagrados a Venus, pero muy pronto se convertirá en el símbolo cristiano del Espíritu Santo. Estas dos piezas son un claro ejemplo de ello. Con la denominación genérica de paloma, el arte simbólico del cristianismo empleaba la paloma del bosque, la paloma torcaz (Columba palumbus) y la paloma zorita (Columba livia), que se acomoda a la semilibertad del palomar y cuyos descendientes, más o menos degenerados, constituyen las variedades de las palomas domésticas, entre ellas la paloma blanca. Es esta última la elegida por casi todos los artistas cristianos para representar al Espíritu divino (L. Charbonneau-Lassay, 1997: 479-480).
La manifestación del Espíritu Santo como paloma la tenemos en el Bautismo de Cristo, en la Anunciación, la Trinidad y Pentecostés.
En esta pieza se representa la Trinidad: es decir, un mismo Dios y tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En muchas representaciones esta misma persona quedará remarcada en la verticalidad conseguida por las tres figuras. Ejemplos de la fórmula trinitaria tenemos en Mateo 28, 19-20. En esta pieza 65870, el momento elegido es el día de Pentecostés, usando como fuente fidedigna Los hechos de los Apóstoles 2, 1-13.
La paloma se convertirá en el símbolo de Cristo, la Virgen, el alma, la virginidad y la vida virtuosa. Por sus costumbres apacibles y dulces, el apego a sus crías, su color y canto, se tomará como ideograma de la paz y de la fidelidad conyugal. También simbolizará el soplo divino que inspirará los escritos de algunos santos como San Gregorio Magno, Santa Teresa o Santo Tomás de Aquino.
CNZ