Ud está aquí:
  1. Inicio
  2. Piezas
  3. Por materiales utilizados
  4. Materiales de origen vegetal
  5. Teatro de guiñol, "Caperucita y el Lobo feroz"
Cerrar

Volver

Teatro de guiñol, "Caperucita y el Lobo feroz"

Teatro de guiñol, Caperucita y el Lobo feroz
Títeres. Caperucita y el Lobo feroz

Número de inventario: 91176.

Madera. 80,5 x 42 x 1,5 cm.

Charles Perrault, académico de la lengua francesa, recopiló algunos relatos de la tradición oral francesa en su libro Cuentos de antaño, en 1697. Pero entre los verdaderos cuentos se coló “Caperucita”, que era más bien una leyenda de miedo destinada a prevenir a las niñas de encuentros con desconocidos, y cuyo ámbito territorial sólo abarcaba la región del Loira, la mitad norte de los Alpes y el Tirol. Es el único de los cuentos de Perrault que termina mal, y sucede así porque se trata de una historia destinada a instruir a las muchachas que inician su salida del hogar: Caperucita es castigada no sólo porque se deja tentar, sino porque confunde al malvado lobo con un buen amigo, por lo que es poseída por el Mal.

Sin embargo, la versión más conocida es la que los hermanos Grimm escribieron en sus Cuentos del niño y del hogar, de 1812. Las diferencias entre ambos textos son notables, sobre todo el final. Los hermanos Grimm, en cambio, salvan a la niña, y para hacerlo toman prestada una escena de Los siete cabritillos y la repiten.

Este cuento, como otros muchos, ha sido objeto de estudio de psicólogos y psicoanalistas, partiendo del conflicto freudiano entre el principio del deber (acudir en socorro de la pobre abuelita) y el principio del placer (entretenerse por el bosque cogiendo flores y charlando con desconocidos). Para estos analistas está claro que el lobo es un seductor, el hombre libidinoso que quiere conquistar a esa niña llegada a la pubertad, como se aprecia en su caperuza roja. Entonces, la tienta, la incita a que se desvíe del camino marcado y la empuja a la aventura.

CGHR

Subir