Número de inventario: 20148. Poza de la Sal (Burgos).
Hierro. 14 x 10,3 x 0,7 cm.
El uso de elementos que protegieran las pezuñas de los animales usados como fuerza de trabajo, está atestiguado desde antiguo. No obstante, su generalización ha sido problemática debido, en parte, a la carestía de algunos de sus materiales. Las herraduras se han usado tanto para ganado equino como vacuno. Mientras que en los primeros, la diversidad formal es relativamente poca –se hierra con piezas similares, aunque no iguales, las patas delanteras y las traseras–, en los segundos ha sido posible que las delanteras llevaran cayos diferentes que las traseras y, además, en algunas zonas de las que habría que matizar su distribución, que mientras que en las delanteras podían ir una o dos por pata, en las traseras sólo se colocara uno, el exterior.
En cuanto a la forma de fijar las herraduras metálicas, hay que señalar que no siempre se ha recurrido a los clavos. La forma actual de estas piezas y los clavos, no aparecen en la literatura del mundo clásico, aunque algunos arqueólogos citan hallazgos de este tipo. Históricamente, sí se constata la presencia de hiposandalias metálicas, pero atadas a las patas de los caballos –en época romana y fundamentalmente en el centro y norte de Europa más que en el sur–, si bien su uso estaba asociado principalmente a la cura de enfermedades (P. Vigneron, 1968: 45-50). Los autores romanos que hablan sobre veterinaria mencionan asimismo la sandalia de esparto para los animales, por lo que no hay que descartar que las que aparezcan aquí se usan para determinadas curas.
Ya en el siglo XV peninsular –a través de las ordenanza burgalesas de Oña– se distinguen las herraduras de caballo, de las de rocín para labrar, de mulas y de asnos, a la hora de cuantificar su precio.
Violant i Simorra (1981 b: 107) comenta que la primera vez que se herraba a mulos y burros –cuando tenían un año o dos, según si se era de casa normal o rica–, en Sarroca de Bellera (Lleida), se reunían todas los propietarios que estaban en esa situación para ayudarse mutuamente; al final del día se tomaba una comida, en honor de San Eloy, cuya imagen llevaba el herrador junto a su útiles. A pesar de este tipo de información, conviene recordar que según R. Espejo (cf. M. Rey, 1883: 451), el asno no siempre se herraba en la España del XIX, incluso aunque se usaran en la arriería y fueran por caminos pedregosos, a pesar de que el esfuerzo requerido al animal es el motivo fundamente de colocarle herraduras
Parece que los “zapatos de mulo” no han sido usados.
JLMC