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Azulejo

Azulejo

Número de inventario: 17950. Manises (Valencia).

Cerámica. 20,5 x 20,5 cm.

La forma de utilizar la azulejería como mural en zócalos con un fin decorativo, llegó a España desde Italia en un Renacimiento tardío y fueron utilizados en iglesias, conventos, palacios o casas, ofreciendo una visión de gustos culinarios, de vestimenta u oficios.

La materia prima de los azulejos se formaba por distintas arcillas mezcladas con otras tierras en proporción necesaria y agua. El resultado era una pasta líquida que se removía con los pies para mezclarla bien. Con una especie de molde, pues convenían que todos tuvieran la misma medida, se iban haciendo pequeñas cantidades, que se colocaban al aire libre para un primer secado. Luego se golpeaban con mazos para eliminar todo el aire que quedara comprimido y con una plantilla de madera o metal de perfil idéntico al que debía tener, y con un cortante, se cortaba el barro sobrante, inclinándolo hacia dentro para dar a la loseta un bisel para facilitar su asiento en el zócalo o piso. Tras un segundo secado al aire, pasaban la primera cocción, el barnizado con estaño y la decoración pintada.

El motivo decorativo se realizaba primero en papel fuerte o cartón y se pinchaba con una aguja la línea del dibujo, por el revés. Luego se colocaba la composición sobre los azulejos con el barniz todavía crudo y quedaba marcado, es la técnica conocida como “estarcido” (M. E. Vizcaíno Martí, 1999: 32). En otras ocasiones, como en esta, estaban directamente pintados sobre el azulejo.

Los motivos decorativos han sido muy variados: geométricos, florales, frutales, de oficios..., desde lo más simple a lo más sofisticado.

También tenemos a un loro –azulejo 17950– en una función de animal de compañía. Es muy antigua la afición a mantenerlo enjaulado, por su belleza y por la facilidad que tienen para imitar la voz humana. Puede ser que el autor de esta serie de azulejos se fijara en algún animal traído de las colonias.

VSC

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