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Picador de chocolate

Picador de chocolate

Número de inventario: 8848. Salamanca.

Madera, hierro. 13,5 x 32,5 x 27,5 cm.

El uso de imágenes de animales como motivo decorativo, ha sido una constante a lo largo de la historia, no sólo en las artes plásticas sino también en diferentes objetos de carácter funcional vinculados a la vida cotidiana. Así, utensilios de uso doméstico como los picadores de chocolate, se convierten en claro ejemplo de ello. Concretamente en la pieza que aquí se muestra, la cuchilla adopta la forma de un caballo, uno de los animales probablemente más veces representados, aunque si nos centramos exclusivamente en estos caseros instrumentos empleados para triturar chocolate, podemos también encontrarnos con casos de picadores cuyas cuchillas fueron decoradas con figuras humanas, aves o bien con simples incisiones de tipo geométrico (motivos presentes en otros picadores que el Museo posee).

El caballo, no obstante, se va a convertir en el recurso más apreciado y solicitado, no sólo desde el punto de vista estético, debido a sus armónicas y proporcionadas formas ligadas al concepto tradicional de belleza, sino también desde el punto de vista de la simbología que este animal arrastra desde tiempo inmemorial, y que le hacen poseedor de cualidades y valores admirados como la fuerza, la nobleza, la vitalidad, la inteligencia o el prestigio entre otros (H. Biedermann, 1993: 76-78). Todo ello hace por tanto que el caballo se convierta en el motivo ideal a la hora de embellecer y magnificar ciertas piezas, como queda patente en el caso de los picadores de chocolate.

Al no considerarse el chocolate un producto de primera necesidad, la presencia de estas piezas en el hogar tradicional no va a ser algo habitual, denotando su posesión un cierto poder económico familiar, más si cabe si éstas iban profusamente decoradas. Hay que decir, no obstante, que el consumo de este producto, considerado en los primeros momentos bebida aristocrática y exclusiva de las clases pudientes, y convertido con el tiempo en exquisita y dulce golosina, había ido paulatinamente extendiéndose entre toda la población (J. L. López García, 1993: 26-27), pudiéndolo tomar líquido, es decir a la taza, como se hacía al principio, o bien en porciones, tras la puesta en funcionamiento en el siglo XIX de fábricas destinadas a la elaboración de chocolate en pastilla (A. Gimeno Gracia y M.ª E. Sánchez Sanz 1987-1988: 356-357).

CHD

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