Número de inventario: 24152. Barcelona.
Cartón. 35,5 x 12 cm.
Actualmente los insecticidas se usan frecuentemente en todos los países del mundo, tanto para luchar contra los insectos perjudiciales para la agricultura como para intentar eliminar los insectos nocivos del hombre y de los animales domésticos. Gracias a los espectaculares progresos de la química y de la técnica en el siglo XX se han difundido profusamente en el mercado los más diversos insecticidas. Pese a lo que su nombre puede hacer creer, los insecticidas no sólo actúan sobre los insectos, sino que éstos son tóxicos también para todos los animales, por lo que sería más adecuado llamarlos sustancias biocidas. Por eso es significativo que en ciertos carteles de mediados del siglo XX se publicitaran productos de este tipo mostrando su acción eficaz sobre toda clase de insectos junto a la imagen de diversos animales domésticos, en este caso un pequeño y delicado gato, sin sufrir éstos el menor daño.
La toxicidad para los animales puede manifestarse de diversas formas: inmediatamente después de la absorción del producto o bien producirse de manera acumulativa, debida a la absorción cotidiana continuada de pequeñas dosis durante cierto tiempo (R. Dajoz, 1978: 110). Se acumulan en los tejidos grasos de los mamíferos, llegando a producir alteraciones de diversos tipos: genéticas, hormonales, renales, etc. Pueden ser absorbidos por vía digestiva, al consumir alimentos que contengan cantidades más o menos importantes de residuos tóxicos, bien por las vías respiratorias o por contacto (C. Guerrero y F. Rueda, 1988: 126). Los efectos tóxicos varían mucho según los tipos de insecticida y las especies animales expuestas a él.
El aumento de casos de intoxicación de animales y personas debidos a los insecticidas (como el DDT), en los años 50, atrajo la atención de los especialistas de sanidad pública, cuyas voces fueron acalladas por las de los fabricantes deseosos de vender sus productos. Así pues, estos nuevos insecticidas fueron puestos en servicio sin tener en cuenta el peligro que representaban para la salud de los consumidores (R. Dajoz, 1978: 131) y siguieron comercializándose en España hasta mediados de los años 70.
DHM