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La monja endemoniada

Contexto de producción

Un 13 de noviembre de 1688, con motivo de la celebración de la fiesta de Todos los santos y beatos de la Orden de San Benito, fray Pedro Berlanga juraba haber presenciado cómo una legión de 22.000 espíritus malignos (en ningún momento se hace explícita su naturaleza demoníaca) salían del cuerpo de una religiosa anónima del convento de Santa Cruz de Sahagún.

La declaración resulta aún más sorprendente por el modo en que el documento está redactado, ya que fray Pedro, afirmaba recoger el testimonio de la propia entidad maligna (llamada Pestaña), quien se pronunciaba a través de la monja que sufría la posesión mediante una suerte de “escritura automática” al tiempo que abandonaba el cuerpo de la religiosa acompañado de su contingente de 10.000 espíritus.

En el texto se menciona como Pestaña y otras dos entidades malignas llamadas Cortina y Tangerín, entraron en el cuerpo de la religiosa cuando aún era una niña de tres años. Del texto parece deducirse que esto sucedió cuando la madre de la niña la ofreció como oblata al convento de San Benito de Zamora. Las entidades malignas permanecieron diecisiete años dentro de ella, junto con varios miles de espíritus que trataban de dañar a la muchacha y le hacían cometer actos ajenos a su voluntad. Esta intromisión maligna fue permitida por el propio San Benito “para mayor bien de la criatura” porque si los espíritus la hubieran tentado “por defuera” habría sido peor.

Durante el tiempo en que estos entes permanecieron en el cuerpo de la joven, trataron de tentarla (de “hacer pacto” dice el texto) ofreciéndole “todo lo que para el mundo se puede ofrecer”. Sin embargo, la muchacha fue protegida por San Benito, San Juan Bautista y San Agustín, que mantenían a raya a los espíritus y, llegado el tiempo, los obligaron a salir de su cuerpo bajo el juramento de alejarse 80.000 leguas de la joven monja.

Un último elemento desconcertante y que puede dar pie a la reflexión es que fray Pedro Berlanga afirmaba que Tangerín y sus 12.000 espíritus tenían su asiento en los párpados de la muchacha. ¿es esto una referencia velada a una mirada considerada indecorosa o lasciva? ¿qué actos pecaminosos se pretendían justificar? Entre los papeles que acompañan a nuestro documento no hay más referencias al respecto. El testimonio fue encuadernado junto a otros papeles de naturaleza diversa bajo el título “un papel en que se describe lo que sucedió a una religiosa energúmena o endemoniada” [AHNOB,OSUNA,C.4259,D.1]. Quizá en otro lugar, en otro legajo, en algún anaquel aguarden para ser descubiertos más detalles sobre este curioso caso.

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Transcripción

Copia de un papel que se envió en forma, habiente fe del convento de Sahagún, a Anna de Valencia, vecina de Zamora, madre de la religiosa del convento de Sahagún de Santa Cruz, con quien sucedió el caso que en él se refiere.

En el nombre de Dios trino y uno, y de san Benito, san Juan Bautista y san Agustín, los cuales son los que me echan de este cuerpo, digo y juro cómo ha diecisiete años y poco más que entré en este cuerpo, teniendo la criatura tres de edad y veinte días, día de San Benito, a las tres y tres minutos de la tarde. Estando su madre ofreciéndola a san Benito por hija suya, estando a este tiempo la criatura sentada en la segunda grada del altar mayor de San Benito de Zamora, permitiendo san Benito que entrásemos para mayor bien de la criatura, para conservarla más, para respecto de que todas sus acciones éramos nosotros los autores de ellas, porque si no hubiéramos entrado había de ser peor tentándola por de fuera; que mi intención era que se le imputara a ella el pecado, lo cual, por haber entrado dentro, permitiéndolo así San Benito, no es así, pues no ha sido ella la que ha obrado, sino nosotros en ella. Y también digo que intentábamos hacer pacto ofreciéndola para eso todo lo que para el mundo se pudiere ofrecer, y deteniéndola san Benito para que no lo aceptase y San Juan Bautista, el cual tomó por empeño defenderla. Y porque nuestra intención era quitarle la vida, pues no podíamos conseguir eso otro, brazo a brazo con ella, en muchas ocasiones la defendieron y dieron fuerzas para resistir, y a nosotros nos han tenido atados con cadenas para que no la maltratásemos en el cuerpo, como hacemos con otras criaturas. Y para eso, en el instante que comenzaba el conjuro, me asía, de suerte que si llegaba a quitarle no podía por tener precepto para eso (este en San Juan) y a un mismo tiempo me estaban castigando San Benito con el báculo y San Juan con las zamarras. Y ya que nos obligan a salir, queríamos dejarla en la forma que la hallamos, de suerte que no pudiese ejercer su oficio, ni estar para nada que fuera de alabar a Dios, lo cual no hemos conseguido por haberse empeñado los que nos obligan a salir en que quede apta para ejercer su oficio y para lo que fuere alabar a Dios, lo cual lo hemos impedido siempre, por ser este nuestro ministerio. También digo que se juntó todo el infierno muchas veces, para dar trazas como no fuere religiosa, y san Benito nos venció a todos, el cual nos obliga a declararnos, que nosotros siempre queríamos estar ocultos y obrar en ella. También digo que el Día de Todos los Santos habíamos de salir, y porque nuestro capitán Cortina no nos tenía declarados, no salimos con los demás que salieron, que fueron Tangerín con su ejército, que eran doce mil, y Cortina mi capitán, los cuales salieron por intervención de los santos, nuestros contrarios, que son san Benito, san Juan Bautista y san Agustín, los cuales son los que nos echan a nosotros y nos obligan a declarar todo esto que hemos escrito obligados de ellos. Y juramos y prometemos de salir de esta criatura y de esta casa y de apartarme de aquí ochenta mil leguas, no solamente de adentro, sino de afuera, yo con todos los míos y otros cualesquiera que hubiere dentro o fuera. Y juramos por los mismos santos y par la Santísima Trinidad y por este santísimo signo en el cual tengo puestas las manos. Y por ser así verdad todo lo que llevo dicho, yo firmo por mí y por todos los míos y por mi capitán Cortina y Tangerín con todo su ejército, y que no solamente me he de salir yo, sino que tengo de llevar conmigo todos los que hubiere dentro y fuera declarados y por declarar. Y por ser verdad, lo firmo de mi nombre: Yo, Pestaña, segundo del ejército de mi capitán Cortina, y también firmo por Tangerín y por todos los suyos, y también me obligan los santos a que no me vaya hasta que declare lo que contiene este papel. Yo, Pestaña.

Esta fue la declaración que hizo al tiempo de irse, que fue el sábado trece de noviembre de mil seiscientos ochenta y ocho, día en que se celebró la fiesta de Todos los Santos de la religión de mi padre san Benito y todo lo que contiene el papel lo escribió él por la mano de la criatura en mi presencia y me dijo diversas cosas, que no escribía más ni menos que lo que le dictaba mi padre San Benito y San Juan, cuyas imágenes estaban allí junto al tiempo que lo escribía. Pestaña y Cortina con su capitanía eran diez mil, con que con todos eran veinte y dos mil, los diez mil dentro. Y de Tanjerín con sus doce mil fuera, tenían su asiento en los párpados de los ojos. Publiqué [¿?] este papel para mayor honra de San Benito, San Juan Bautista y San Agustín y de todos sus santos. Todo lo que llevo dicho lo puedo jurar por haber sido en mi presencia y por ser así verdad lo firmo yo fray Pedro Berlanga. Trasladé este papel en Zamora, viernes diez y nueve de noviembre de mil seiscientos ochenta y ocho. Fray Yñigo de Royo.

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