Salto de línea A finales de los años cincuenta, un grupo de jóvenes vascos, que se veían a sí mismos como herederos directos del Sabino Arana más radical y de los combatientes nacionalistas de la Guerra Civil, crearon Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y Libertad, ETA), como movimiento revolucionario de liberación nacional. Influidos por las corrientes anticoloniales de la época, apostaron por la violencia para provocar a la dictadura franquista (Gaizka Fernández Soldevilla, “El simple arte de matar”).
Tras las primeras víctimas mortales en 1968, la dura respuesta del régimen se apoyó en la normativa para la represión del bandidaje y el terrorismo (ver BOE) Tan exhaustiva fue la persecución, que en abril de 1969 la dictadura logró desarticular la cúpula de la organización terrorista, juzgada en el proceso de Burgos (diciembre de 1970).
Medio siglo después seguiremos el rastro de este crucial juicio gracias a los testimonios conservados en el Centro Documental de la Memoria Histórica, en especial los acumulados por la Jefatura del Estado.
En la captura de los dirigentes etarras vio el régimen franquista la oportunidad de aplicar un castigo que sirviera de aviso a la oposición. Para ello encartó a todos los detenidos en un solo juicio sumarísimo (31/69), solicitando seis penas de muerte y más de setecientos años de prisión para el conjunto de los diez y seis procesados. Craso error desde el punto de vista político, pues favoreció una gran repercusión internacional que, como veremos, condicionará su resolución.
No obstante, diversos sectores de la dictadura percibieron la equivocación y rechazaron este consejo de guerra colectivo, incluida una parte del Ejército con el general García-Valiño a la cabeza, que apostaba por llevar a los reos ante la jurisdicción ordinaria.
La vista pública comenzó en la Sala de Justicia de la VI Región Militar (Burgos), el 3 de diciembre de 1970. Los abogados defensores, entre los que se encontraban Peces-Barba, Txiqui Benegas o Juan Mari Bandrés, conscientes de su resonancia, enfocaron el litigio como un proceso contra la causa nacional vasca.
Para aumentar la tensión/repercusión de sus sesiones, no faltaron golpes de efecto orquestados previamente, como el canto del Eusko gudariak, el himno del soldado vasco , al que respondieron torpemente los miembros del tribunal y fuerzas de seguridad esgrimiendo sus armas reglamentarias.
Buena parte de la resonancia del proceso hay que atribuirla a la cobertura mediática. Radio España Independiente (La Pirenaica) es un claro ejemplo por la atención que le prestó. Esta emisora (1941-1977), dependiente del Partido Comunista de España, tenía una notable difusión, clandestina por supuesto, en todo el país. El CDMH conserva los guiones de las emisiones e, incluso, una grabación con un fragmento del interrogatorio durante la vista oral.Salto de línea Emisión de Radio España Independiente que incluye un fragmento del interrogatorio durante la vista oral. SI, 2890
En efecto, el juicio sumarísimo suscitó una oleada de solidaridad, tanto a nivel nacional como internacional. En el interior, numerosas protestas y peticiones de libertad recorrieron todo el país . Por su activismo destacarán figuras de dispar sesgo ideológico como Gil-Robles, Ruiz-Jiménez o Tierno Galván. No faltó, tampoco, la petición de clemencia por parte de la Conferencia Episcopal.
La dictadura atribuyó las protestas al comunismo, declaró el estado de excepción y planificó “espontáneas” manifestaciones de adhesión a través de las organizaciones del Movimiento Nacional, el partido único del régimen.
También el proceso de Burgos encontró abundante eco en la prensa europea y norteamericana, despectivamente tildada por los corifeos del franquismo como campaña de los tradicionales enemigos de España, siempre alerta (Ángel Ruiz Ayúcar, Crónica agitada de ocho años tranquilos). Hasta el célebre pensador existencialista Jean Paul Sartre hará patente su apoyo a los encausados en el prólogo que compuso para el libro de Gisèle Halimi, Le procès de Burgos.
A fin de incrementar la difusión del juicio, otra rama de la organización terrorista secuestró al cónsul alemán en San Sebastián con el vano propósito de canjearlo por los encacertados. Conscientes de su fracaso, pronto será puesto en libertad.
Una vez concluida la vista, y tras deliberación, el 28 de diciembre de 1970 se hizo pública la sentencia. Seis de los procesados fueron castigados con la pena capital (tres de ellos condenados a sendas penas de muerte cada uno). Apenas dos días después, Franco conmutó las penas de muerte por cadenas perpetuas (un máximo de treinta años según la legislación penal española) para no deteriorar aún más la imagen del régimen.
Uno de los condenados a muerte, Eduardo (Teo) Uriarte, liberado en aplicación de la Ley de Amnistía de 1977 , cofundará poco después Euskadiko Ezkerra y más tarde la Fundación para la Libertad. Un ejemplar de sus memorias forma parte de la rica biblioteca del CDMH.
Así mismo, en nuestra biblioteca especializada puede consultarse otro testimonio de los protagonistas, el estudio que sobre el proceso redactó Kepa Salaberri (pseudónimo de Francisco Letamendia), abogado defensor de una de las procesadas. El libro fue publicado en Francia por Ruedo Ibérico, la editorial de los exiliados españoles (1961-1982), cuya producción circulaba furtivamente por España
Cincuenta años después, parece evidente que el resultado del juicio fue una derrota moral y política para el régimen franquista, que puso en evidencia su lenta descomposición (John Sullivan, El nacionalismo vasco radical). Aquel proceso, planificado por la dictadura como escarmiento, reflotó a una organización terrorista minada por las disensiones internas, colocó a ETA entre las fuerzas más relevantes del antifranquismo y la hizo visible a nivel internacional (John Hollyman, “Separatismo revolucionario vasco”).
Los documentos que se conservan en nuestro centro muestran la propaganda que generó el sumarísimo, así como la completa información que recibía directamente la Jefatura del Estado. Hoy todos ellos se encuentran a disposición de los ciudadanos.
Texto: José Luis Hernández Luis
Maquetación: Marta Marcos Orejudo