A principios del siglo XX, Rusia seguía siendo un país bastante exótico desde la perspectiva española, con el que apenas se tenía contacto y cuyas noticias llegaban sobre todo de la mano de los grandes prosistas que habían alcanzado fama mundial en el XIX o a través de las críticas sociales denunciadas por los exiliados. Para algunos todavía era difícil situarla en el mapa. Para evidenciar este desconocimiento, Daniel Kowalsky en su obra La Unión Soviética y la Guerra Civil Española cita uno de los documentos custodiados en el archivo del Centro Documental de la Memoria Histórica en el que un obrero sevillano propone a José Díaz acudir a la manifestación del uno de mayo moscovita ¡en bicicleta!
El periodista John Reed fue testigo de la toma de poder por los bolcheviques en 1917, experiencia que plasmó en su famosa obra Diez días que estremecieron al mundo, traducida al español por Ángel Pumarega. La proyección de este suceso se alargó sin embargo mucho más allá de aquellos diez días de octubre, de forma que la revolución soviética sólo logró consolidarse en los años veinte, tras una cruenta etapa de guerra civil y hambrunas.
La extensión de la revolución soviética a otras geografías no acabó triunfando, con algunas efímeras experiencias como las de Baviera y Hungría, pero sí alteró el panorama político en el resto de los países. En España surgieron escisiones en el partido socialista, con partidarios de aplicar los métodos revolucionarios que habían triunfado en Rusia, y surgieron en 1920 el Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español, que finalmente se fusionarían el 14 de noviembre de 1921 en el Partido Comunista de España, formación que no alcanzaría altas cotas de afiliación hasta la Guerra Civil española.
Los sucesos acaecidos, sin embargo, no sólo tuvieron consecuencias políticas si no que ocasionaron la difusión de todo un nuevo modelo de sociedad que abarcaba de forma totalitaria a todos los aspectos y ámbitos: modo de producción y de propiedad, religión, educación, consideración de la mujer y de la infancia, relaciones exteriores…Se comenzó así a hablar de arte soviético, cine soviético, ciencia soviética...
El deseo de conocer de primera mano la civilización soviética favoreció un flujo de visitas, que contó con la promoción ejercida por la agencia de viajes Inturist, creada en 1929, así como la publicación de guías turísticas y obras como la elaborada por el comunista húngaro Sandor Radó, Guide à travers l'Union soviétique.
Abundaron los relatos sobre estas experiencias, como los que hicieron Ramón J. Sender en Madrid-Moscú: notas de viaje (1933-1934) o Álvarez del Vayo en La nueva Rusiay en Rusia a los doce años. Pero no todos mostraron un mismo entusiasmo. Entre los desilusionados, el caso que adquirió mayor trascendencia fue el de André Gide, cuyas críticas volcadas en 1936 en su obra Regreso de la URSS provocó su ausencia en el Congreso Internacional de Escritores que se celebró en España al año siguiente. El anarquista Ángel Pestaña también percibió contradicciones en la sociedad soviética, que compartió en Setenta días en Rusia: lo que yo vi.
Como ejemplos de este flujo turístico revolucionario pueden localizarse en la prensa republicana de la época sorteos de viajes a la URSS o encontrarse restos de algunos de los agasajos con los que fueron recibidos. De esta forma, entre las obras incautadas y conservadas en la biblioteca del Centro Documental de la Memoria Histórica se conserva un ejemplar de una obra de Stalin dedicado al educador Pedro Pareja en recuerdo de su visita al país como representante de la FETE en los actos de conmemoración del XX aniversario de la revolución. También fue entregado en estas visitas el libro de A. Volkov За что борется испанское крестьянство (Por qué lucha el campesinado español), en cuyo interior se incluía una hojita dedicada al "delegado del heróico pueblo español...en memoria de su estadía en el País del Socialismo victorioso".
En 1925 se creó la Sociedad de Relaciones Culturales de la U.R.S.S. con el Extranjero (VOKS), como institución encargada de propiciar el contacto con hombres de la cultura y la ciencia de otros países y contribuir a la propaganda de la sociedad soviética. Su primera directora fue Olga Kámeneva, hermana de Trotsky, hasta que éste fue defenestrado por el régimen de Stalin. La organización funcionó con secciones nacionales.
En España se fundó en 1933 la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, en la línea de otras sociedades similares que se habían creado en otros países para canalizar las simpatías hacia el modelo soviético. Se dedicaron a difundir una imagen amable y complaciente de aquel Estado nacido de la revolución, a base de impartir conferencias, proyectar documentales, editar revistas, libros y folletos e incluso organizando visitas y viajes. Ya en plena guerra civil, se fundó la Asociación Española de Relaciones Culturales con la URSS (AERCU), con sede en la calle Trinquete de los Caballeros, de Valencia. Y surgió un inusitado interés por el idioma ruso, con numerosos anuncios de cursos de aprendizaje de dicha lengua que se pueden rastrear en la prensa de la época, promovidos por diferentes colectivos.
Además de las mencionadas sociedades y agencias para fomentar el reconocimiento internacional y el apoyo de sectores políticos, sociales, científicos y artísticos de otros países, se llevó a cabo una intensa labor editorial que tenía como destino el público internacional. Las Ediciones Cooperativas de los Obreros Extranjeros en la URSS es la empresa más paradigmática de esta orientación, al poner en circulación con su equipo de traductores textos soviéticos vertidos a todos los idiomas, publicaciones orientadas a todos los sectores y edades.
También contribuían a la distribución del modelo soviético la publicación de revistas ilustradas como URSS en construcción, editada en alemán, francés, inglés, español y ruso, con imágenes que transmitían la imagen de una sociedad vigorosa, en marcha, con rostros felices y actividades y fábricas a pleno rendimiento, con la imagen omnipresente de Stalin.
El conocimiento y propaganda del mundo soviético se vio igualmente favorecido por la implantación en diferentes países de editoriales afines. En España se creó la editorial Europa-América, primero instalada en París y desde 1932 reactivada en Madrid y Barcelona, dirigida por Wenceslao Roces y financiada con capital soviético. Las denominadas "editoriales de avanzada" surgidas en los años treinta contribuyeron del mismo modo a promocionar autores soviéticos.
Como ejemplo, uno de los colaboradores del periódico 50 Brigada comentaba en un artículo sus impresiones tras la lectura de La República de los Vagabundos, novela de los rusos Belyj y Panteleev que la editorial Cenit había traducido al español, y que había supuesto una gran inspiración para ese lector.
Entre los objetivos de los servicios de Recuperación de Documentos puestos en marcha por el bando franquista durante la Guerra Civil española estuvo la localización de todas las publicaciones relacionadas con el comunismo y la civilización soviética para eliminarlas y dejar en sus archivos sólo algunos ejemplares para llevar a cabo tareas de fichaje y contrapropaganda. Hoy en día estas ediciones salvadas de la destrucción están puestas a disposición de los investigadores y los ciudadanos e incluyen escritos de propaganda política pero también obras científicas y literarias.
El Centro Documental de la Memoria Histórica conserva así toda una serie de textos soviéticos que estaban circulando en ese momento en la España republicana: son en ocasiones discursos de líderes soviéticos y de la Internacional Comunista o campañas políticas como la persecución a los trotskistas, pero también monografías y revistas de medicina, de arquitectura, de neuropsicología, de geología, de química, de matemáticas, revistas ilustradas y divulgativas, textos que se utilizaban en los centros educativos rusos, ensayos, narraciones infantiles, históricas, políticas.
Esta colección bibliográfica constituye un excelente barómetro para medir la divulgación de la civilización soviética en la España de los años treinta, difusión censurada radicalmente desde la implantación del régimen franquista. En un dramático contrasentido, muchos de los autores rusos cuyas obras eran expoliadas y censuradas por las nuevas autoridades franquistas por su talante prosoviético, eran también en ese momento objeto de persecución y represión en el pais de los soviets. Es el caso conocido del periodista Koltsov, autor de Diario de la guerra española, pero también del mencionado más arriba G. Belyj, que murió en la cárcel en 1938, del físico Bronstein, ejecutado en 1938, del escritor Borís Pilniak, de Aleksandr Arosev, del político y redactor-jefe de URSS en construcción Valeri Mezhlauk, de Lev Sosnovdkiï...todos ellos presentes en la biblioteca del Centro Documental de la Memoria Histórica.
Texto y maquetación: Francisco Javier Fito Manteca