Documento de octubre de 2022

En 1795 los restos del navegante Cristóbal ColónNueva ventana viajaron a Cuba desde la isla de Santo Domingo o La EspañolaNueva ventana, en cuya catedral reposaban desde que fueron allí llevados en la primera mitad del s. XVI, tras haber descansado un tiempo en la Cartuja de Sevilla.

El expediente que custodia el Archivo General de Indias, bajo la signatura “Santo_Domingo,1000,N.1”, nos narra los pormenores de este traslado, incardinándolo en el contexto de los profundos cambios políticos que estaba sufriendo la parte española de la isla en aquella década. La serie de “Cartas y Expedientes de Santo Domingo”, de la cual nuestro documento forma parte, nos da una visión de la compleja situación que vivió la Isla Española durante la segunda mitad del s. XIX.

Gabriel de AristizábalNueva ventana, teniente general de la Real Armada, había comandado la defensa de las costas caribeñas y a finales de 1795 se encontraba en Santo Domingo organizando la evacuación de la isla, cuya soberanía se había cedido a Francia merced a la Paz de BasileaNueva ventana que puso fin a la Guerra del Rosellón.

Conocedor de que los restos del almirante Cristóbal Colón reposaban en el monumento que para él habían levantado sus descendientes, los duques de Veragua, en el interior de la catedral dominicana, decidió ponerse en contacto con todas las autoridades competentes, para preparar su traslado a la isla de Cuba, evitando así que cayesen en manos del antiguo enemigo.

Puestos de acuerdo los actores implicados, sólo quedaba abrir la tumba para proceder al traslado de los restos. Este evento, que contó con la presencia de gran número de personalidades en amplia representación de la sociedad dominicana, se llevó a cabo el 20 de diciembre, ante un escribano público cuyo detallado informe es la pieza central de este testimonio.

Presentes estaban: Gregorio Saviñón, en representación del ayuntamiento de Santo Domingo; el arzobispo fray Fernando PortilloNueva ventana; Antonio Cansi, Antonio Barba e Ignacio de la Rocha, todos militares, representando a los distintos cuerpos con presencia en la isla, y, naturalmente, el promotor del traslado Gabriel de Aristizábal:

Se habrió una bóveda que está en el presbiterio al lado del Evangelio pared principal, y peana del Altar mayor, que tiene una vara cúbica, y en ella se encontraron unas planchas como de tercia de largo de Plomo indicante de haver havido caja de dicho metal, y pedazos de huesos como de canillas, u otras partes de algún difunto, y recogido en una Sarvilla que se llenó de la tierra que por los fragmentos que contenía de algunas de ellos pequeños, y su color se conocía que eran pertenecientes a aquel cadáver, y se introdujo todo en una Arca de Plomo dorada con su cerradura de yerro, que cerrada se entregó su llave al dicho Ilustrísimo Señor Arzobispo, y cuya caja es de largo y ancho como de media vara, y de alto como de más de quarta pasándose después a un ataúd pequeño forrado en tercio pelo negro, y guarnecido en galón de oro, y puesto en un decente túmulo.

Al día siguiente, los restos fueron acompañados en procesión por los principales dignatarios, encabezados por el gobernador de la isla Joaquín García y Moreno, hasta su embarque en el bergantín “Descubridor”, iniciando así la travesía que los conducirían a La Habana.

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