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Nacida María Luisa Levi Caturla en San Gervasio de Cassolas (Barcelona) el 10 de julio de 1888, Mª Luisa Caturla procede de una rica familia empresarial germano-española. Sus padres fueron Eduard Levi Stein, natural de Rexingen (Alemania), y María de los Remedios Caturla Puig, natural de Valencia.
Autodidacta, estudiosa y sagaz lectora, recibe una educación y una formación esmerada, como era habitual en el ámbito de la burguesía judía ilustrada. Esto explica su carácter cosmopolita, alimentado por los viajes con los que recorrió Europa; la inquietud que desde niña experimenta, por aprender, por adquirir nuevos conocimientos; y su capacidad para desenvolverse en diferentes idiomas (alemán, español, inglés, francés e italiano). De su inicial formación académica se sabe que estudió Historia del Arte en Múnich con Heinrich Wölfflin.
Siendo muy joven contrae matrimonio con Kuno Kocherthaler, hijo del socio empresarial de su padre, con el que tuvo cinco hijos. Ambos se convierten en habituales de las élites más cultas y activas de la sociedad madrileña y centroeuropea, dada su presencia en todo tipo de eventos e iniciativas culturales en el Madrid del primer tercio del siglo XX, que los pone en contacto no solo con los artistas e intelectuales de la propia capital, sino también con aquellos que llegaban a la capital española huyendo de la Primera Guerra Mundial. Un episodio que ilustra estos años y su día a día entre la intelectualidad española es la visita que Albert y Elsa Einstein hicieron en 1939hicieron a Madrid. Durante esos días, Mª Luisa Caturla hizo de anfitriona del matrimonio aprovechando que tenían relación de parentesco familiar con su marido Kuno.
Era muy habitual encontrar a Caturla y su marido asistiendo a las actividades que se celebraban en el Ateneo, la Sociedad Española de Amigos del Arte, la Junta de Damas, la Sociedad Filarmónica, la Sociedad Wagneriana o el Círculo de Amigos de los Museos de Arte de Berlín. De entre las personalidades de la intelectualidad madrileña que frecuenta, destaca su amistad con José María de Cossío, Aureliano de Beruete, Ignacio Zuloaga, con numerosos aristócratas españoles, etc.; pero por encima de todo, lo que más le marcó a nivel personal y también a nivel profesional, fue la amistad que mantuvo durante toda su vida con José Ortega y Gasset.
En la década de los años 20, los Kocherthaler se construyen un espléndido palacete en el Paseo de la Castellana de Madrid que será frecuentado no sólo por sus amistades de los círculos intelectuales y culturales de la capital, sino también por estudiosos europeos para examinar sus obras. Una de estas obras de arte que decoraban la casa, muy apreciada además por la propia Caturla, era el cuadro de la Verónica de El Greco, que adquirieron en 1922. DSiendo el artista de origen griego uno de sus favoritos, escribió un libro dedicado a esta pintura, "La Verónica. Vida de un tema y su transfiguración por el Greco", publicado en el año 1944 por la Editorial Revista de Occidente. Como curiosidad, el cuadro apareció en un reportaje que la revista "Y" publicó en el año 1941, realizado sobre la casa.
A finales de la década, entre 1928 y 1930, Mª Luisa Caturla imparte clases sobre arte contemporáneo a jóvenes universitarias. Es también entonces cuando formará parte de la Comisión Nacional constituida para organizar el Centenario de Goya; y cuando se divorcia de Kuno Kocherthaler.
Antes del estallido de la Guerra Civil española formó parte, como cofundadora y secretaría, del Taller del Encaje, un innovador ensayo de formación y trabajo para mujeres surgido como iniciativa pedagógica en el seno de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que fue creado y dirigido por Emilia Pardo Bazán. En esta misma línea se encuadra su participación en diversos proyectos vinculados con la Residencia de Señoritas, institución creada por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) en Madrid, con el objetivo de albergar a las mujeres que iban a la capital para estudiar. Este lugar desarrolló una actividad cultural y social dirigida por María de Maeztu, muy destacada en los años 20 y durante la Segunda República. Se convirtió en sede de conferencias, veladas y cursos de primer nivel, sin parangón con ninguna otra institución para mujeres, teniendo entre los ponentes a la propia Mª Luisa Caturla. Las residentes tuvieron la oportunidad de asistir a disertaciones y charlas organizadas por la Sociedad de Cursos y Conferencias, creada a instancias del director de la Residencia de Estudiantes, Alberto Jiménez Fraud, y de la que Caturla fue también secretaria. En este foro impartieron conferencias grandes figuras como Einstein, Le Corbusier, Frobenius, Marie Curie, Keyserling, Gropius, Mies van der Rohe, Worringer o Stravinsky
Su casa se convirtió en otro centro neurálgico de la intelectualidad madrileña. Por ejemplo, de las tertulias y charlas que se desarrollaron en su residencia surgió la idea de organizar la exposición de los artistas españoles residentes en París (Picasso, Dalí, Miró, Juan Gris, Olivares, Gargallo, Ángeles Ortiz), pensada como su presentación en España, un hito en la historia de las vanguardias en el país, y que se celebraría en el Jardín Botánico. Después de los años en los que estuvo viviendo en Suiza durante la guerra civil, los encuentros culturales, artísticos e intelectuales en su residencia continuaron tras el regreso de Caturla a España. Ella permanecería viviendo en su casa materna hasta el final de su vida.
Su casa se convirtió en otro centro neurálgico de la intelectualidad madrileña. Por ejemplo, de las tertulias y charlas que se desarrollaron en su residencia surgió la idea de organizar la exposición de los artistas españoles residentes en París (Picasso, Dalí, Miró, Juan Gris, Olivares, Gargallo, Ángeles Ortiz), pensada como su presentación en España, un hito en la historia de las vanguardias en el país, y que se celebraría en el Jardín Botánico. Después de los años en los que estuvo viviendo en Suiza durante la guerra civil, los encuentros culturales, artísticos e intelectuales en su residencia continuaron tras el regreso de Caturla a España. Ella permanecería viviendo en su casa materna hasta el final de su vida.
En 1944 publica su obra más importante, "Arte de épocas inciertas", un ensayo gestado durante décadas, fruto de un trabajo concienzudo. La misma Caturla lo definía como «mis inacabables incertidumbres». Fue su amigo Ortega y Gasset quien lo publica de forma completa en la Revista Occidente, fundada por el filósofo; y es también quien, poco tiempo después, la alienta para escriba sobre El Greco y Zurbarán. A partir de estos momentos, mediados delos años 40, Mª Luisa Caturla decide orientar sus meticulosos trabajos de investigación hacia los maestros del Siglo de Oro. Sobre sus estudios, precisamente, Enrique Lafuente Ferrari escribió lo siguiente:
«Sus estudios se caracterizaron por el rigor científico, apoyado en una exhaustiva documentación y un gran conocimiento de la bibliografía especializada. [...] Su prosa era irreprochable, perfecta, al tiempo que sincera y directa [...] fruto de su capacidad autodidacta para aprender a mirar y admirar, [...]».
Leyendo las numerosas críticas que sus colegas de profesión escribieron sobre sus trabajos, descubrimos que la labor profesional de Caturla fue muy elogiada y reconocida en su época. En el círculo más cercano a Mª Luisa Caturla estuvo siempre muy presente un selecto grupo de mujeres autodidactas y cultas como ella misma, entre las que destacaron la abogada y escritora, Mercedes Gaibrois, o la Condesa de Campo Alange, María Laffitte. Mujeres en contacto directo con los intelectuales más prestigiosos, presentes en la vida cultural, en las tertulias como por medio de publicaciones, donde el rigor, la actualidad y el sello de género tendrán un singular protagonismo.
Mª Luisa Caturla no dejó de trabajar, de investigar, de viajar y de acumular todo tipo de reconocimientos, menciones, nombramientos y premios. Cuando en 1984 fallece en Villaviciosa de Odón (Madrid), a los 96 años, seguía manteniendo su curiosidad y su energía intelectual.
Historiadora del Arte y gran referente en el plano teórico-artístico, se especializó en la pintura española del siglo XVII, volcando sus años de estudio, investigación y trabajo en diversas publicaciones como Pinturas, frondas y fiestas del Buen Retiro, Los retratos del salón dorado en el antiguo Alcázar de Madrid (ambos publicados en 1947), Un pintor gallego en la corte de Felipe IV. Antonio Puga (obra conjunta con Francisco Javier Sánchez Cantón, publicada en 1952), y Cartas de pago de los cuadros de batallas del Salón de Reinos (1960). La labor desarrollada por Mª Luisa Caturla a lo largo de su vida sirvió para dar a conocer mucha información sobre numerosos pintores españoles del siglo XVII: Carducho, Carreño, El Greco, Espinal, Leonardo, López Polanco, Mazo y Velázquez. Pero entre todos los artistas sobre los que estudió y se formó, las dos figuras sobre las que más trabajó e investigó fueron Antonio de Puga y Francisco de Zurbarán
Mª Luisa Caturla es considerada la máxima autoridad y una de las especialistas más reputadas de la obra de Francisco de Zurbarán. Por esta razón se quiso contar con ella para organizar dos grandes exposiciones sobre el artista extremeño: una celebrada en Granada en el año 1953; y una segunda para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Zurbarán, que fue inaugurada en el Casón del Buen Retiro en 1964. Lo cierto es que es gracias precisamente a Caturla que se sabe con exactitud la fecha de la muerte del pintor, ya que fue ella quien descubrió la partida de defunción del pintor durante sus investigaciones y consulta de los fondos documentales de nuemerosos archivos a lo largo de todo el país, como por ejemplo el Archivo General de Simancas o el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid; y en los Archivos de Protocolos.
En cuanto a la relación Caturla - Zurbarán también es reseñable el papel de la historiadora en relación al cuadro Santo Domingo de Guzmán. Ella fue la encargada de estimar su valor y , merced a su intercesión fue adquirido por parte de la Fundación Casa de Alba en el año 1957. En un artículo publicado en la revista "Goya" sobre Zurbarán, Caturla añadía más información sobre el cuadro, señalando que existían otras dos versiones de dicha obra.
Otras obras a destacar de la larga lista de trabajos que publicó, fruto de décadas de estudio e investigación, son sus publicaciones sobre el hijo de Zurbarán, Juan de Zurbarán (1953), Velázquez y Zurbarán (1960) y Fin y muerte de Zurbarán (1964). A ello se añade su participación en la elaboración del catálogo de la exposición "Zurbarán en el III centenario de su muerte", organizada por el Museo del Prado en 1965.
Existe otro episodio muy interesante a destacar sobre el trabajo de la historiadora y sus años de estudio e investigación entre los fondos documentales de los archivos. Esta vez tenía relación son el pintor sevillano Diego Velázquez. Cuando estaba analizando la documentación de los Protocolos Notariales, descubrió una información muy importante sobre uno de los temas que más debate ha despertado sobre el pintor y su obra conocido como Las Hilanderas. Se trata de una pintura que había despertado muchas discusiones y reflexiones, ya que los expertos no llegaban a aclararse sobre qué era lo que Velázquez representaba en el lienzo.
Diego Angulo Íñiguez fue de los primeros en señalar que el tema principal que se representaba era el mito de Aracne. Fue precisamente gracias a un nuevo descubrimiento hecho por Caturla entre los fondos de un archivo quien vino a confirmar dicha hipótesis. Fue ella quien encontró el inventario del montero del rey Felipi IV, Pedro de Arce; y en dicho inventario aparecía como perteneciente a su colección la pintura de Las Hilanderas. En concreto, y según recogía la transcripción realizada por la propia Caturla, el cuadro aparecía descrito como «pintura de diego Belazquez de la fabula de aragne».
Una de las principales defensoras de Caturla en su época, demostrando con ello el peso que su opinión profesional tenía en los ámbitos intelectuales y artísticos de entonces, fue la abogada y escritora Mercedes Formica, quien reconoció que «cuando aparecía un Zurbarán, lo primero que se hacía era preguntar: ‘¿Qué ha dicho la señora Caturla?’». Incluso desde las páginas del diario ABC en el que escribía artículos como colaboradora, llegó a pedir para ella sillón en la Academia de Bellas Artes o la concesión de la Cruz de Alfonso X el Sabio.
Lo cierto es que la lista de méritos, premios y reconocimientos que Mª Luisa Caturla fue recibiendo y cosechando a lo largo de su vida son innumerables, como demuestra la siguiente lista:
Su figura, así como su contribución al mundo del Arte, han permanecido durante mucho tiempo en el olvido. Podríamos decir incluso que demasiadio, teniendo en cuenta todo lo mencionado hasta el momento.
A pesar de ello, debemos señalar que recientemente, desde el Museo Nacional de Escultura, se ha trabajado por recuperar su contribución al mundo del Arte con un triple proyecto bajo el nombre de Arte de épocas inciertas. María Luisa Caturla, que abarcaba: