Entre motines y rebeliones surgidas al calor de las reformas borbónicas, la sociedad criolla toma conciencia de su papel en la historia y la necesidad de que su ansiada libertad no acabe con sus privilegios y sus cabezas, como había demostrado la cruenta independencia de Haití en 1804.
A este momento histórico hay que sumar las aportaciones teóricas y prácticas surgidas de la Revolución Francesa y la independencia de los Estados Unidos. Ésta es una influencia perceptible en la formación de los líderes de los movimientos de independencia, tal es el caso del venezolano Francisco de Miranda (Caracas, Venezuela, 1750-San Fernando, Cádiz, 1816).
Francisco de Miranda era un criollo segundón que pese a contar con el desprecio de su clase social, no decayó en su lucha por liberar a Venezuela, sueño que verá cumplido en 1810. Hasta llegar a esa fecha, pasa años de milicia y exilio en España, Estados Unidos, Francia y Reino Unido intentando recabar apoyos para su proyecto de independencia de la América Hispana.
Con el ejército español luchó en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Unos años más tarde, fue desterrado a Orán por traidor y contrabandista. Buscando apoyos por Europa, llega a la Francia revolucionaria uniéndose al Ejército y participando en la toma de Amberes (1792). En 1797, fue nombrado presidente de una Junta de diputados de México, Perú, Chile, La Plata, Venezuela y Nueva Granada para recabar apoyos a la independencia en París. También fundó la Logia Americana en Londres.
Finalmente, recibió el apoyo económico de los Estados Unidos. En 1806, alquila un barco, el Leander y se hace con una tripulación en dirección a Venezuela con escala en Haití. Es la conocida como Expedición Libertadora.
Tras un accidentado paso por la recién independizada isla y ya rumbo a su patria, enarbola la bandera tricolor que será la futura bandera nacional de Venezuela, Colombia y Ecuador. Pero las autoridades realistas, informadas del propósito del viaje, impiden un primer desembarco, aunque no así el definitivo que se produce meses más tarde en La Vela de Coro el 3 de agosto de 1806. Pero tras constatar la indiferencia de los habitantes de la ciudad ante la propuesta independentista, y al no poder continuar la ofensiva hacia el interior, decide reembarcarse y esperará cuatro años más para empezar a formar parte de la historia.