22/04/2022
Entrega del Premio de Literatura en Lengua castellana Miguel de Cervantes 2021, Cristina Peri Rossi
Alcalá de Henares, 22 de abril de 2022
Majestades,Salto de línea Señor Presidente del Gobierno,Salto de línea Presidenta de la Comunidad de Madrid,Salto de línea Rector de la Universidad de Alcalá,Salto de línea Alcalde,Salto de línea Autoridades,Salto de línea Señoras y señores,
Estoy orgulloso y feliz, como ministro de Cultura y Deporte, por estar hoy aquí con todos ustedes. Feliz porque, tras dos ediciones marcadas por la pandemia, el Paraninfo de la Universidad de Alcalá acoge de nuevo la celebración del acto de entrega del Premio de Literatura Castellana Miguel de Cervantes.
Feliz porque es tal vez uno de los primeros actos en mucho tiempo en los que todos y todas podemos vernos las caras.
Y orgulloso y feliz porque hoy homenajeamos a mi admirada Cristina Peri Rossi, merecedora en 2021 del más alto reconocimiento de las letras hispánicas.
Quiero empezar recuperando las palabras del jurado de esta cuadragésimo sexta edición: «La literatura de Peri Rossi es un ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporánea, como la condición de la mujer y la sexualidad». El jurado reconoció además en la trayectoria de la escritora uruguaya-española «una de las grandes vocaciones literarias de nuestro tiempo y la envergadura de una escritora capaz de plasmar su talento en una pluralidad de géneros».
Cristina Peri Rossi nació en Montevideo, el 12 de noviembre de 1941, en el seno de una familia de emigrantes genoveses. Aquella niña, amante de los animales, rebelde y rara, sigue viva en la voz literaria de la escritora adulta, como ella misma reconoce en un texto reciente y autobiográfico, titulado de forma muy significativa La insumisa. Una insumisión que nace movida por el deseo; primero de amar, luego de saber y de hacer para confluir en el de nombrar: esto es la escritura.
La insumisión surge también como resistencia a un poder mudo y castrador: «A cada paso –recuerda la escritora– me topaba con la autoridad, y era una autoridad que no necesitaba dar explicaciones. Aprendí que la autoridad se basta a sí misma, no necesita consenso. Y quienes la poníamos en duda éramos rebeldes. Queríamos saber. Queríamos entender. Necesitábamos explicaciones para aceptar la autoridad», escribe en La insumisa.
Siendo niña devora la biblioteca de su tío Tito, soltero y gran lector, que Peri Rossi describió como «un modesto funcionario público que vestía a la inglesa, leía a Marx y a Jung, amaba la música clásica, las carreras de caballos y la ruleta». Esa avidez lectora la lleva a presentarse a sí misma «como aquel hidalgo de un lugar de la Mancha que enloqueció leyendo». Con siete años toma la decisión de ser escritora, con la oposición de su tío quien, tras un breve repaso a las escritoras presentes en su biblioteca –muy pocas porque se trataba solo de tres mujeres: Safo, Woolf y Storni– concluye: «Aprende la lección, las mujeres no escriben, y cuando escriben, se suicidan».
Esa lección no la aprende. Rebelde, Peri Rossi, escribe. Estudia biología, pero se licencia en literatura comparada; y escribe. Colabora con el semanario político y cultural Marcha, donde la apodan cariñosamente la benjamina, y escribe. En 1963 publica su opera prima, la colección de relatos Viviendo, a la que le siguen las novelas El libro de mis primos e Indicios pánicos, en 1968 y 1969 respectivamente, y dos años más tarde el poemario Evohé. En él inaugura el canto al erotismo y a la voluptuosidad de y para las mujeres, un tema revolucionario que se ha mantenido incesante en la producción poética de la autora, acompañado a menudo del distanciamiento irónico que la caracteriza.
Cuando en 1971 se impuso otro distanciamiento –el exilio por motivos políticos– Cristina Peri Rossi se había iniciado ya en los géneros que seguirá cultivando durante más de cincuenta años, sin abandonar nunca la escritura, convertida en lo único imprescindible: su casa. En Estrategias del deseo, libro por el que obtuvo el I Premio Don Quijote de la Mancha, otorgado por la Asociación de Escritores de España, lo explicaba así:
[...]
Mi casa es la escrituraSalto de línea sus salones sus rellanosSalto de línea sus altillos sus puertas que se abren a otras puertasSalto de línea sus pasillos que conducen a recámarasSalto de línea llenas de espejosSalto de línea donde yacerSalto de línea con la única compañía que no fallaSalto de línea Las palabras.
Huyó de su Montevideo natal en un barco llamado Giulio Cesare. Y lo hizo con poco equipaje. La ropa que llevaba puesta, una maleta con documentos, un manuscrito mecanografiado en páginas celestes, amarillas y verdes y un pliego de hojas en blanco, como promesa de no enmudecer.
Atrás quedaron la ciudad, sus calles y los cafés, donde conversaba con Juan Carlos Onetti, quien también recibió el Premio Cervantes en 1980, los seres queridos, la biblioteca, las clases en la cátedra de literatura comparada de la Universidad de Montevideo y un perro llamado Jack, en honor a Jack London.
Llegó a Barcelona el 20 de octubre de 1972, donde siguió escribiendo. Los artículos publicados en la revista Triunfo la llevaron a un segundo exilio en 1973, perseguida por la dictadura franquista. Refugiada en París conoció a Julio Cortázar, que se convertiría en uno de sus amigos más queridos.
Con el tiempo, Cristina Peri Rossi se ha mudado en más de veinticinco ocasiones. Durante una prolongada estancia en Berlín, se obstinó en plantar una tomatera, que para asombro del vecindario y contra todo pronóstico, creció, a pesar de las heladas y las nieves, y sobrevivió, como ella. A ese reiterado vivir en tránsito le debemos tal vez el regalo de haber traducido obras tan complejas como las de Clarice Lispector o Monique Wittig, entre otras.
En Peri Rossi las palabras son conjuros que crean las cosas, en complicidad con un lector o una lectora que lee, reflexiona, imagina y siente, o se enoja y se rebela, correspondiendo con su propio deseo. La literatura abre un espacio clave para entender la vida, y vivirla; para detener el instante y su belleza; y denunciar la injusticia. Como si fuera todavía aquella niña en Montevideo.
Así lo explicaba la propia Peri Rossi al recibir, en 2019, el Premio José Donoso: «La literatura es expresión y es comunicación, además de testimonio».
No ha habido en su trayectoria ninguna concesión al mercado. Su literatura ha seguido un pulso propio y preservado intacta la autenticidad que imaginó esa niña de siete años, desde la libertad que otorga la ingenuidad.
Con este acto, que el Gran Cronopio calificaría divertido de ato solene, culminan los numerosos premios y reconocimientos de los que ha sido objeto su obra literaria, procedentes de un lado y otro del océano. Porque en Peri Rossi se encuentran ambas orillas. Y lo hacen en una lengua compartida desde la que hablará en clara incomodidad identitaria: exiliada, mujer, lesbiana. La literatura se alza frente al horror de lo existente, y Cristina Peri Rossi –como dijo la también Premio Cervantes Elena Poniatowska– escribe «corriendo riesgos sin tener red debajo».
Por todo ello, con justicia y sobrado merecimiento, recibe hoy el Premio Cervantes.
Muchas gracias.