El Estudio de la Red de Telegrafía Óptica en España se realiza por encargo de la Subdirección del Instituto del Patrimonio Cultural (IPCE) de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
El estudio se ocupa de las líneas telegráficas implantadas en España entre los años 1844-1854 y parte del conocimiento de la existencia de una red radial que incluye básicamente tres líneas: 1) Madrid-Irún. 2) Madrid-Barcelona. 3) Madrid-Cádiz (Isla de San Fernando); más dos ramales: Tarancón-Cuenca y Barcelona-La Junquera. Se incluyen en el trabajo todas las torres de telégrafo óptico que jalonan cada una de las líneas identificadas. Estas líneas han sido documentadas en su totalidad, tanto los edificios que todavía se mantienen en pie y los que aún conservan algunos restos, como los que ya se encuentran totalmente desaparecidos. Se incluyen también las edificaciones que en un principio tenían otro tipo de funcionalidad, pero que albergaron temporalmente mecanismos de telegrafía óptica.
El trabajo comprende una primera fase de trabajo de campo, con objeto de efectuar la recogida de datos, pero está prevista una fase posterior de elaboración de la documentación obtenida.
Este Estudio se sitúa en el marco del Plan Nacional de Patrimonio Industrial, que tiene por finalidad la protección y conservación de un patrimonio que, por su propia especifidad, presenta un rápido deterioro y está expuesto a desaparecer. Este estudio es una actuación encaminada al conocimiento y protección de un sector del patrimonio industrial poco conocido y desatendido como es la red de telegrafía óptica.
El sistema de comunicación codificada por telegrafía óptica se implantó en España a mediados del siglo XIX. Para este sistema de comunicación fue necesaria la construcción de unas torres que se ubicaban en puntos elevados del terreno. Todas ellas tienen un diseño similar y estaban rematadas por la infraestructura necesaria para la emisión de señales. La presencia destacadas de estas torres en el paisaje, configurando una red a lo largo del territorio, y la ausencia de una adecuada gestión e intervención en las mismas que garantice su conservación, posibilite su señalización y la inclusión en rutas culturales o en programas de interpretación o didácticos, aconseja un conjunto de acciones orientadas a la valoración y a la programación de acciones de protección, rehabilitación y difusión.
Por tanto, se considera que la primera acción para su protección, debe ser la identificación de la red y la catalogación de las torres que la integran. Todo ello, debidamente documentado, será plasmado en un Sistema de Información Geográfico que permita visualizar los elementos integrantes de la red y acceder a la documentación asociada.
La telegrafía óptica supone un hito dentro de la evolución de los sistemas de comunicación en España a pesar del breve uso que se le dio. Por primera vez se envían mensajes complejos entre capitales de provincia de forma rápida, homogénea, regularizada y sin riesgos de ser interferidos.
Su puesta en funcionamiento en España en 1844 es tardía con respecto a otros países europeos, como Francia, donde se habían dado los primeros pasos en 1794. La inestabilidad política que dominaba el país durante las primeras décadas del siglo XIX, impedía abordar un trabajo de estas dimensiones, tanto por su coste económico como por la necesidad de control sobre el territorio por parte de las autoridades responsables de su desarrollo.
En 1854 se creó la primera línea de telegrafía eléctrica en España, entre Guadalajara y Zaragoza, lo que supone un período de tiempo de 10 años desde que se iniciaron las obras de las primeras torres hasta que cayeron en desuso.
La morfología de las torres responde a un patrón común de carácter defensivo, con edificaciones de tres plantas, la planta baja ataludada con troneras, gruesos muros y la puerta elevada. La techumbre es siempre aterrazada para poder instalar sobre ella el aparataje de telegrafía. Las paredes en principio tienen ventanas en dos de ellas, normalmente las que están orientadas hacia la siguiente torre.
Las localizaciones donde se encuentran, responden principalmente a la necesidad básica de tener buena visibilidad sobre el entorno, y concretamente comunicación visual con las torres previa y posterior. Otros criterios configuran la ubicación de las torres como son, la cercanía a núcleos urbanos y vías de comunicación. La altura es un criterio importante, pero siempre relacionado con conseguir la mejor visibilidad posible, evitando lugares escarpados o inaccesibles siempre que es posible, localizando muchas torres en laderas de montaña o pequeños cerros antes que en las cumbres. Las distancias también son un criterio bastante variable, con una media de 10,5 km, pero principalmente intentando que esta no sea excesiva.
En este sentido, al valor histórico y cultural de estos edificios se añade su importancia como elementos destacados del paisaje, idóneos para la difusión de aspectos medioambientales y geográficos del entorno en el que se sitúan.
Documentación completa de la actuación