La arquitectura defensiva está integrada por todas aquellas construcciones que se han erigido a lo largo de la historia para la defensa y el control de un territorio, del cual forman parte indisoluble.
Esta arquitectura constituye una de las expresiones más claras e inteligibles de la historia, ligada de forma muy directa a acontecimientos transcendentes y a personas y colectividades que han jugado papeles relevantes a lo largo de los tiempos, participando asimismo en la configuración de gran parte de nuestros paisajes culturales.
Sin embargo, la pérdida de la función original de la arquitectura defensiva o fortificada, ha favorecido su destrucción o deterioro, de manera que la situación general de muchas de estas construcciones alcanza un estado próximo a la ruina.
Para la preservación y puesta en valor de este patrimonio, en 2006 se puso en marcha un Plan Nacional de Arquitectura Defensiva, gestionado por la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes, a través del Instituto del Patrimonio Cultural de España.