Así empezó todo

A comienzos del siglo XVII, el monarca Felipe III trasladó la corte de Madrid a Valladolid. De esta manera, la capital castellana se convirtió en la capital de la monarquía española tras las intrigas del valido del rey, el duque de Lerma, quien tenía en mente buscar un marco urbano apropiado para el desarrollo político de la corte y un lugar provisto de posibilidades para distraer a los monarcas.

Siguiendo la estela del rey, Miguel de Cervantes, como recaudador de impuestos que era, llegó a la ciudad en 1604, instalándose con su familia en una vivienda en el Rastro Nuevo de los Carneros. Los primeros meses que el escritor pasó aquí los ocupó en redactar el prólogo del Quijote, las poesías preliminares y la relación para solicitar el privilegio real para imprimir la novela, despachado el 26 de septiembre de 1604. Habitaría la casa hasta los primeros meses del año 1606, momento en que se trasladó de nuevo la corte a Madrid.

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A finales del siglo XVIII se halló expediente sobre la muerte de don Gaspar de Ezpeleta, un caballero santiaguista que sufrió una emboscada junto a esta casa. Entre las declaraciones de los testigos que lo socorrieron, se encontró la de Miguel de Cervantes y, gracias a ello, se pudo localizar e identificar la vivienda.

La publicación de un extracto del Proceso Ezpeleta por Juan Antonio Pellicer en su edición de El Quijote (1797) y su reproducción en 1819 por el historiador cervantista Martín Fernández Navarrete suscitaron el interés en saber si todavía existía aquella casa.

Aunque la documentación no fue entonces suficiente para fijar con seguridad la casa donde habitó el escritor, en 1862 el profesor don José Santa María de Hita fue capaz de localizar la ubicación exacta de las estancias habitadas por Cervantes, aceptada oficialmente por todas las instituciones culturales y políticas el 23 de junio de 1866, colocándose una placa recordatoria. Fue en 1872 cuando se hizo el primer intento de dedicar la casa a una finalidad cultural.

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