En la disposición original de la casa no habría un recibimiento, más propia en las casas acomodadas a modo de una pieza de paso. La estancia, la más luminosa, se usaría para recibir las visitas y trabajar. En ella, se conserva el recuerdo del primer montaje de la Casa de Cervantes de 1875, cuando don Mariano Pérez Mínguez la decoró como homenaje al escritor, exponiendo, entre otros objetos, una firma del escritor y un facsímil de la primera edición del Quijote.
Se llamaba estrado a una habitación de recibir o una sala de estar ocupada por una tarima alfombrada, donde normalmente se sentaban las mujeres a la morisca sobre almohadones o cojines, según costumbre española de origen islámico. Este hábito causaba sorpresa a los visitantes extranjeros y pervivió prácticamente hasta la llegada de los Borbones. También destaca el escritorio, de ébano e incrustaciones de hueso en sus cajones.
El término "aposento" se aplicaba en aquella época de modo muy genérico para referirse a las distintas piezas de la casa. Cervantes la utiliza muy a menudo y alude con ella de forma específica a la habitación reservada a una persona, donde tiene su cama y, concretamente, Don Quijote, sus libros. La estancia se completa con dos lienzos que ilustran escenas del Quijote: Don Quijote enfermo y la Historia del pastor Grisóstomo y la pastora Marcela.
La alcoba la concebía Sebastián de Covarrubias como un aposento para dormir con el techo abovedado, según su definición del «Tesoro de la lengua castellana o española», de 1611. La cama se sitúa en una pequeña alcoba con su dosel, elemento muy necesario para el abrigo, más aún si cabe en una ciudad fría como Valladolid. Completa la estancia una Virgen de la Leche, patrona de Esquivias.
Esta pequeña estancia puede que fuera utilizada para dormir por la falta de luz directa. En la casa vivían seis o siete personas, con sus correspondientes camas, aunque de día algunas se recogieran. La cama, de cabecero dorado formado por arquería de columnillas, data de principios del siglo XVII. La dote de Catalina de Salazar incluía colchones, sábanas y mantas y, además, un paño azul para la cama. Las paredes se han protegido con esterilla, que aislaría de la humedad, y se ha utilizado lienzo sencillo para las cortinas de separación.
En la época de Cervantes, no se reservaba una habitación para comer más que en las grandes casas, donde además de las mesas se montaban suntuosos aparadores escalonados para exhibir las vajillas. La mesa se podía preparar donde conviniera. No siempre comían las familias reunidas y era corriente usar el mismo aposento donde se dormía.
La cocina fue instalada con chimenea y bancos laterales como en otros museos creados por el marqués de la Vega-Inclán. Está amueblada con una alacena y sillas de tipo popular, como la silla tajuela, grandes tinajas donde normalmente se almacenaba el agua, el vino o el aceite, enseres de barro o de cobre que responden a tipos tradicionales, como los calientacamas, así como los morillos o caballetes de hierro destinados a sustentar la leña del fuego, de bronce dorado.