A partir de 1960 la influencia de los movimientos juveniles llega a la moda para romper definitivamente con la tiranía de las casas de alta costura, un modelo que vivió su último esplendor en los años de posguerra. La moda joven, que podía brotar en las calles como en los talleres, iba a aprovechar la mejora de las técnicas de confección en serie para expandirse con suma rapidez. El prêt à porter (listo para poner), como se llamó en Europa al ready to wear americano que desde el período de entreguerras ya introduce las primeras firmas de autor, se impone relegando a la costura a un papel secundario en la generación de modas. Los jóvenes diseñadores toman las riendas de la evolución del vestir y marcan un tempo acelerado, en el que se suceden estilos sin descanso y se renuevan no solo la ropa, sino también las costumbres, la actitud o la forma de consumir moda. Esta no es ya una materia que se refiera a la elegancia, la belleza y el decoro, sino que amplía su lenguaje para hablar de estilos de vida, de mensajes contraculturales o de conceptos cada vez más cercanos al campo de las artes plásticas.