El cambio de siglo no supuso una transformación radical de costumbres hasta los años cercanos a la Primera Guerrra Mundial.
Continúa la evolución hacia un menor volumen del traje femenino que pasa de la silueta sinuosa de influencia modernista, conseguida por medio de corsés y enaguas, a un perfil más lineal que elimina rellenos interiores acercándose a la forma natural del cuerpo.
Aumenta el número de casas de alta costura. La moda se difunde entre las clases medias a través de los almacenes, que comercializan ropa confeccionada a imitación de los grandes modistos. Las revistas aportan información inmediata acerca de las novedades que ya se suceden vertiginosamente.
La práctica de los deportes, los nuevos hábitos higiénicos y el gusto por los viajes influyen en la mayor diversidad de atuendos y la incorporación de prendas más cómodas. Sin embargo, la mayor parte de la sociedad seguirá manteniendo hábitos tradicionales propios del siglo anterior.
Los tejidos de la sala Belle Époque