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Higa

Santiago de Compostela, 1650-1699

Paralelamente a las manifestaciones de la fe católica, se han desarrollado en nuestra cultura otra serie de prácticas ajenas a esta, basadas en creencias de origen remoto e incierto. El testimonio más revelador de la mismas son los amuletos.

Un amuleto es un objeto, generalmente portátil, al que se le adjudican virtudes protectoras ante el mal o propiciatorias del bien. Bajo su uso subyace la suposición de que los males y la enfermedad se deben a causas sobrenaturales; la convicción en su poder, que actúa bajo el principio de similitud o contacto, se relaciona con la superstición -creencia irracional que escapa a los dictados de la ciencia o de la fe establecida-. Se utilizaban en momentos culminantes y especialmente delicados del ciclo vital que suponían una situación de riesgo o peligro (el nacimiento, la enfermedad, la muerte) y sus destinatarios eran las personas más vulnerables de la comunidad, como los niños y niñas de corta edad, las mujeres (en su calidad de portadoras de vida), los ancianos o los enfermos. Se llevaban cosidos a la ropa o en contacto con el cuerpo y se aplicaban también a los bienes, los hogares o los animales domésticos. Durante siglos su empleo ha convivido e incluso se ha asimilado con el de objetos claramente vinculados a la religión católica, y se complementaban frecuentemente e incluso se potenciaban.

La colección de amuletos del Museo es una de las mejores de España. La variedad tipológica (esferas, creciente, manos, conchas, corazones...) y de materiales (piedras talladas, elementos vegetales, metales, partes de animales...) nos habla de su especialización en función de la forma o el componente, y la combinación de ambos en una misma pieza, del incremento de su poder.

Este amuleto reproduce una higa, una mano cerrada en la que el dedo pulgar sobresale entre el índice y corazón. Este símbolo y sus connotaciones ofensivas y mágicas ya estaban presente en muchos pueblos antiguos del Mediterráneo. Al azabache, mineral fósil de origen vegetal, también se le adjudicaban desde antaño propiedades medicinales y mágicas. En ambos casos una de sus principales cualidades era la de defender contra el mal de ojo. Se consideraba que este hechizo, que provocaba la enfermedad e incluso la muerte, era inducido por la mirada de algunas personas determinadas por sus características o circunstancias concretas y afectaba sobre todo a niños y niñas.

Los amuletos en forma de higa de azabache son una peculiaridad de nuestro país; se documentan desde el siglo XVI y se siguen fabricando hoy en día. En Santiago de Compostela, zona próxima a las minas asturianas de azabache, el trabajo de esta materia se constata ya en la Edad Media. El amuleto procedente de aquí añadiría a las propiedades mágicas conferidas por la forma y la materia la de haberse fabricado en un lugar santo. Su simbología se acompaña a veces de otras que potenciarían su fuerza, como el creciente lunar y las manos, en el caso del amuleto que nos ocupa.

La higa también se fabricaba en otros materiales, como coral, cristal o marfil.

Otros amuletos que conviven con este son la garra de tejón, la rama de coral, colmillos de animales, cuentas de ágatas, la castaña de Indias, conchas....

Inventario: MT007376B

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