La melancolía pertenece a nuestro tiempo por derecho propio. La mera enunciación de la palabra sigue movilizando nuestros sentimientos, interesando a artistas, historiadores y críticos y formando parte del patrimonio intelectual contemporáneo. Nunca dejará de ser una evidencia y un misterio a la vez, y un reto para el conocimiento.
La bilis negra no es sólo un líquido maligno; es también una metáfora de la tinta en la que moja su pluma el poeta. Éste, coronado de laurel y apoyado en una piedra, encarna el poder reflexivo y creador de la melancolía. El árbol viejo y seco, el sillar agrietado, el peso de su manto, la facies nigra traducen el grave desconsuelo del poeta, que no ve más que ruinas en torno a sí.
El Séptimo Arte mantiene una relación profunda con el Séptimo Planeta, Saturno, dios de los melancólicos y del Tiempo. Tres obras maestras testimonian esta relación desventurada con el tiempo: el pasado no deja de alejarse, el presente es un mundo de ruinas, el futuro carece de sentido.
No hay médico ni filósofo que no considere la música como la más poderosa terapia para ahuyentar la melancolía. La melodía y el ritmo armonizan el espíritu atormentado, vuelven a los hombres dulces y razonables. El lamento amoroso de ninfas y diosas fue, en la ópera barroca, un ámbito predilecto de la expresión melancólica.
La melancolía ha sido objeto de estudio y análisis durante siglos, convirtiéndose en protagonista de numerosas publicaciones. Si quieres convertirte en un auténtico melancólico, te ofrecemos una actual selección literaria que dibuja un completo atlas anatómico de «la bilis negra».
Calles vacías, millones de personas aisladas socialmente, libertad recortada… Las consecuencias de la pandemia han vuelto a poner de moda la palabra melancolía. Reflexión y documento fotográfico: dos visiones diferentes de la desierta ciudad de Valladolid durante el primer encierro colectivo de la primavera del 2020.
Melancolía o miedo de Fernando Colina
Exposición La ciudad inaúdita, Museo Patio Herreriano