Los dones de Saturno

Saturno devorando a un hijo, Rubens

Saturno devorando a un hijo. Peter Paul Rubens, 1636-1638.

Saturno es el astro de la melancolía. Cuando los dioses griegos fueron asociados a planetas, al divino Saturno le correspondió el más elevado de todos y el más lento en su movimiento astral. A quienes nacían bajo su signo, les infundía su propia lentitud, anquilosamiento y torpeza de movimientos y les daba un aire demacrado, contrahecho y triste, además de hacerles desafortunados. Pero, en contrapartida, gracias a su elevada posición celeste, los alzaba por encima de los demás y les inspiraba un saber supremo. Como ha estudiado Wittkower, siempre mantuvo este papel ambiguo: odioso y maligno, era también la «Mente del Mundo».Salto de línea Su personalidad se confundió con la de Cronos, señor del Tiempo. Se muestra en-tonces como un anciano que, con su guadaña, siega la cosecha, en tanto que protector de la agricultura, pero que siega también las vidas humanas. Esa violencia destructora lo acompaña en sus distintas personalidades, pues también será representado como un dios caníbal que devora a sus hijos ante el temor de que le arrebaten su trono olímpico. Rubens —que hace la obra por encargo de Felipe IV, dentro de una serie inspirada en las Metamorfosis de Ovidio— lo presenta en esa faceta antropofágica: un ser aterrador, que, con su cuerpo enorme y carnoso, en plena furia, asesta la primera dentellada sobre el pecho de su criatura. Es el tempus edax rerum, el tiempo inexorable que engulle horas y días; una imagen del autoaniquilamiento.

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