El triste lujo de pensar

Melancolía I, Durero

Melancolía I. Alberto Durero, 1514.

Esta estampa es crucial. No solo en la historia del arte, sino en la cultura europea: lo es por su fuerza expresiva y su punto de enigma, y por-que, en una imagen, condensa la profunda revolución que se estaba produciendo en la manera de entender al individuo y sus relaciones con el arte y con el saber. Por eso ha mantenido un extraordinario poder de sugestión.Salto de línea Melancolía I nos presenta una figura femenina en medio de un paraje asfixiante y solitario bañado por una luz crepuscular y rodeada de extraños objetos y seres incom-prensibles: un murciélago, un misterioso poliedro, escaleras, balanzas, un perro. El ambiente es de desorden y parálisis. Parece decepcionada, aunque interiormente acti-va: su mirada escrutadora está absorbida por la fuerza de las imágenes que bullen en su cerebro. Aunque en la figura se adivinan gran inteligencia y capacidad imaginativa, está paralizada: sostiene distraídamente un compás en la mano, rodeada de instrumentos abandonados de trabajo y de creación. Llama la atención ese gesto de la mano sujetan-do su cabeza. ¿Trata de aliviar el zumbido de su oído izquierdo? ¿Es un síntoma de su ánimo taciturno? ¿Lo causa la pesadez de su propio cuerpo, de la fuerza de la gravedad? ¿Viene de la hondura de su pensar o de su apatía? ¿Es la angustia ante el fracaso de sus búsquedas? Durero, melancólico confeso, debió de sentirse muy identificado con esta alegoría del creador cuando declaró: «Tan firmemente está atrincherada la oscuridad en nuestro espíritu que, aun a tientas, nuestra búsqueda naufraga».

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