La colección del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias se ha visto incrementada, desde su fundación, gracias a una gran cantidad de donantes cuyos nombres, en muchas ocasiones, no han trascendido tanto. Una buena parte de estos donantes menos conocidos son mujeres, que han colaborado con la institución de forma continuada y altruista desde su nacimiento en 1947.
Gracias a todas estas mujeres y sus familias la colección ha podido expandirse tipológicamente, incorporando diferentes tipos de bienes tales como joyas, cerámicas, abanicos, piezas relacionadas con el ajuar de mesa u objetos decorativos. De la misma forma, el museo ha ampliado sus horizontes espaciales, superando su ámbito local, con la llegada de objetos procedentes de Francia, Perú, China, Japón o diversos lugares de España. Destacan ejemplos como el jarro de vidrio soplado donado por Mª Cristina Giménez Raurell en 2023, producido por la fábrica mallorquina Vidrierías Gordiola, considerada la cuarta empresa más antigua de España, dado que abrió sus puertas en 1719. También hay que reseñar un juego de té compuesto por diez piezas, donado en el año 2000 por Isabel Puchol Serra. Este conjunto, que está firmado, fue realizado en los alfares de la localidad japonesa de Nagoya en los tiempos de expansionismo del imperio japonés.
Todas las piezas que hoy forman parte de nuestras colecciones tienen su propia historia, en ocasiones producidas en tierras lejanas o en otras con gran valor simbólico. Las diferentes donantes que han entregado sus bienes al museo lo han hecho desde una perspectiva diversa. En algunos casos han donado piezas que coleccionaron a lo largo de su vida como muestra el jarrón de la dinastía Ming, que forma parte de un amplio conjunto de piezas asiáticas donadas por Helen Drenth y su marido Tijmen Knecht en 1995. Esta colección, de gran calidad, fue reunida por el matrimonio durante décadas, adquiriendo las piezas en sus viajes o subastas internacionales. En una línea similar se localizaría el lote de abanicos entregados por Casilda Rincón de Arellano Castellvi y sus hermanos en 2012, entre los que se ha seleccionado un abanico de Macao de excepcional calidad y nivel de detalle. En otras ocasiones el carácter de las donaciones se asocia con objetos más sencillos, a veces cercanos a lo “kitsch”, que decoraron las viviendas de sus propietarias originales y les acompañaron en su vida cotidiana. Esto quedaría bien ilustrado con la serie de más de trescientos sesenta perros de cerámica donados en 1981 por Amparo Bonet Aliño, habiéndose seleccionado uno de sus mejores ejemplares.
De la misma forma, las donaciones pueden encerrar en ocasiones un gran valor sentimental, evidente en aquellas piezas que fueron en origen recuerdos familiares. Es el caso de una moneda de ocho escudos de oro, producida en Lima, Perú, en 1774 y reconvertida a principios del siglo XX en un broche con diamantes y rubíes. Esta excepcional joya, donada por Josefa Matoses Lliberós en 2002, fue un obsequio de su padre a su madre. En un punto opuesto se localizarían todos aquellos enseres que son propios de las profesiones, con un carácter utilitario en origen pero reconvertido posteriormente. Un ejemplo sería el amplio conjunto de botes de farmacia, elaborados por la fábrica J. Fontemoinge & L. Peigney en París, Francia. Estas piezas, datadas de finales del siglo XIX, fueron donadas por Mª Luisa Orbaneja en 1969, después de haber sido utilizadas durante décadas por la desaparecida Farmacia de Aragón, que se localizaba en la ciudad de Valladolid.
Por último cabría destacar el caso de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Cerámica, compuesta en un alto porcentaje por mujeres, que han contribuido de forma continuada un notable al crecimiento del museo mediante la donación en 2023 de dos azulejos realizados por el artista valenciano Francisco Dasí Esteve, muy singulares debido a su escasa producción.
Juan Nieto Guerra