Los museos albergan nuestro Patrimonio y deben garantizar su conservación con la finalidad de evitar su deterioro, facilitar su estudio y transmitirlo a futuras generaciones. Cuando las piezas permanecen bajo el agua están sometidas a los efectos de múltiples agentes de degradación. Con el tiempo se adaptan al medio, pero en el momento de la extracción pueden sufrir daños irreversibles al contacto con las nuevas condiciones ambientales y agentes de deterioro.
La conservación trata de detener las alteraciones y prolongar la vida de los materiales constituyentes. La restauración es una parte de la conservación e implica una acción directa sobre las piezas, y tiene como objetivo recuperar su valor documental, no su función original.
Contenido relacionado: