Sala 2. Patrimonio Cercano.

Durante el confinamiento, cuando no salíamos de casa y nuestros mayores desplazamientos eran los que iban del salón a la cocina, de la cocina al dormitorio y del dormitorio al baño, nos preguntamos cómo había cambiado la forma que teníamos de ver nuestros hogares. Y cuáles, de todos esos objetos que nos acompañaron 24 horas al día y 7 días a la semana, habían cobrado una importancia inusitada en nuestras vidas confinadas, bien por su mayor utilidad, bien por sus vínculos emocionales: nos recordaban a una persona, nuestro lugar de origen, un momento clave de nuestra biografía, un último viaje cuando podíamos movernos...

El cierre del museo nos dio la idea de proponer a nuestra comunidad la fundación colectiva de este museo en red, en el que las salas serían las habitaciones de todas nuestras casas; los objetos expuestos, los bienes íntimos elegidos por cada participante; y esos participantes, los guías que nos las explicarían, sus mejores conocedores y sus más legítimos intérpretes. La finalidad última de esta experiencia era explorar juntos los límites físicos y geográficos del concepto de museo y de los principios sobre los que se basa la objetividad de lo que consideramos patrimonio cultural. ¿No es algo que podamos decidir entre todos…? Cualquier objeto que esconda un significado y un valor para una comunidad puede ser considerado como tal. Por ello, nuestros objetos cotidianos también pueden ser patrimonio. Y entre todos pueden ayudarnos a componer un relato colectivo de una época, la del confinamiento, en la que nos vimos recluidos en esos pequeños museos personales en los que se convirtieron nuestras casas.

Aquí os dejamos los enlaces a estos testimonios, que se publicaron en nuestras cuentas de Facebook e Instagram pero que también se encuentran alojados en la de Youtube.