Ud está aquí:
  1. Portada
  2. MNAVirtual
  3. Blog MNA
  4. #UnDescubrimientoProdigioso
  5. Un descubrimiento prodigioso. Viaje al porvenir. Capítulo I.

Un descubrimiento prodigioso. Viaje al porvenir. Capítulo I.

¡Que bien lo recuerdo! ¡Yo lo viví!

Serían próximamente las nueve de la mañana del día 4 de octubre del año 1994 de la era cristiana.

En la calle de la República, una de las principales del distrito más céntrico de Madrid, llamado de la Industria, y cien años antes barrio de Salamanca, se advertía una animación extraordinaria.

Imponente número de hombres, mujeres y chicos, todos afiliados, según parecer de su aspecto, al gremio de los miserables, la obstruían por completo, rodeando el inmejorable y renombrado establecimiento tipográfico de los Sres. Vigadet y Compañía.

En vano diseminados entre la multitud, como amapolas entre apretadas cañas de espigas, se revolvían infinitos agentes de la autoridad, que forcejeaban y sacudían bastonazos por conservar el orden: todo era inútil. Aquella turba compacta, abigarrada y salvaje, que se apiñaba frenética en rededor de un edificio, rugía produciendo un ruido infernal y atronador.

Oíanse voces discordantes y vinosas, rechiflas, alaridos, imprecaciones, risas, sollozos… y, acompañando a esta horrísona algazara, se advertía una agitación incesante, un movimiento de flujo y reflujo en toda la masa, de los unos que empujaban a los otros, se rehacían y se maltrataban.

La plebe turbulenta parecía una legión desordenada de furias revolviendo en sus airados movimientos la tempestad.

Su desorden, un vértigo de gritería y confusión.

En épocas anteriores cualquiera hubiese creído presenciar una manifestación de furibundos cantonalistas; pero entonces la locura había disminuido en las clases sociales todas, y nadie pensaba en semejantes delirios.

Efectivamente, distaba mucho de ser una manifestación política; y por eso, los vecinos del barrio, lejos de alarmarse con tanta algarabía, ocupaban los balcones y se recreaban tranquilos viendo el espectáculo que les proporcionaba la canalla que aguardaba impaciente la salida de El Heraldo Universal para revenderlo.

Todos los vendedores se disputaban con ahínco los primeros puestos, porque sabían que el público esperaba con febril impaciencia el número de aquel día y el negocio era seguro para los primeros expendedores.

Mientras sale tapemos nuestros oídos y cerremos los párpados, para no oir ni ver aquel infierno humano; y sepamos que clase de periódico era este, y cual la razón de su importancia.

El Heraldo Universal figuraba como el diario de la mañana más acreditado de España, que equivalía a decir del mundo; pues este país por su explendor científico, fabril, comercial y político, ocupaba el primer lugar entre todas las naciones del orbe.

La tirada ordinaria era fabulosa.

Con ayuda de la galvanoplasia y del vapor, sus numerosas máquinas vomitaban al día medio millón de ejemplares.

Solo Madrid absorbía más de setenta mil. Haciendo justo honor al Heraldo, debemos consignar que se merecía tan prodigiosa acogida.

Periódico de grandes dimensiones, y confeccionado según los últimos adelantos del noble arte de Guttenberg, circulaba profusamente por todo el mundo; pues se publicaba en un idioma universal, problema ya resuleto entonces.

Su organización, tanto administrativa como literaria, era inmejorable.

Tenía colaboradores activos en todos los países civilizados, y los editores Vigadet y Compañía pagaban expléndidamente cuantos trabajos de interés remitían los sabios.

Gracias a esto las columnas del periódico, en vez de ser las lenguas viperinas de los partidos de oposición, o las desenfrenadas protestas de ambiciosos politiquillos y de estómagos famélicos, eran la antorcha luminosa que llevaba al seno de las familias la luz de la ilustración.

No; muy al contrario de todo eso, cada número era una revista, donde las ciencias, las bellas artes, la industria, el comercio… y cuanto constituye la base de felicidad, y cultura para los pueblos, se trataba bajo un prisma útil a todos, formando un conjunto atractivo, interesante y de resultados prácticos.

Era, en pocas palabras, el claro espejo en donde se reflejaba á la perfección el espíritu civilizador de la época; el eco fiel del hervidero de grandes ideas, que bullían en el brioso cerebro de la humanidad sabia; y la sensible balanza que marcaba, en sus menores oscilaciones, el fomento industrial y financiero del mundo.

Con tan excelentes condiciones, se comprende que cuotidianamente repletaran las cajas de la administración central de Correos gruesos paquetes de El Heraldo, y que una legión de vendedores hallasen en su reventa seguros modus vivendi.

Sin embargo de esta aceptación habitual, el día a que nos referimos todos esperaban con inusitada ansiedad su salida.

La causa era la siguiente:

El día anterior El Heraldo publicó en su sección científica las siguientes líneas:

“Mañana esperamos dar a nuestros lectores noticia de un maravilloso descubrimiento. Aunque todavía ignoramos cual es, podemos asegurar que existe, que se nos revelará en el día de hoy; y que su importancia es tan grande, que excede a la de todos cuantos se han hecho desde el principio del mundo hasta la fecha.”

Una noticia de esta naturaleza, anunciada con tanta solemnidad por El Heraldo, que acostumbraba a publicar diariamente, y con modesta naturalidad, trascendentes descubrimientos, era más que suficiente para preocupar a los lectores.

Como sucede siempre en casos análogos, los círculos y reuniones de todas clases hablaron detenidamente sobre el descubrimiento....

(se continuará...)

Heraldo de Madrid
Pulido
Subir