You are here:
  1. Home
  2. MNAVirtual
  3. Blog MNA
  4. #UnDescubrimientoProdigioso
  5. Un descubrimiento prodigioso. Viaje al porvenir. Capítulo VII

Un descubrimiento prodigioso. Viaje al porvenir. Capítulo VII

El doctor abandonó la tribuna y se dirigió a la mesa donde yacía tendido su ayudante. Cuando llegó a ella la ansiedad general era indescriptible, había subido a su mayor grado. El doctor observó un rato a su ayudante y después, sacudiéndole con la mano, le llamó:

¡Arriba, Benito!

El cuerpo no hizo ningún movimiento. Un rumor de general desagrado se levantó en todo el salón. Muchos creyeron habían sido víctimas de las alucinaciones de un loco. El doctor pareció no oír aquella protesta, y esforzándose más gritó con voz sonora y sacudiendo al ayudante.

¡Despierta Benito!

El cuerpo se agitó convulsivamente y dando violenta sacudida se sentó. Un ¡hurra! unánime, frenético y tremendo, resonó como un trueno violentísimo en el salón, acompañado de una ardiente salva de aplausos que el entusiasmo arrancó de más de cuatro mil manos. El estruendo ensordecía el espacio y hacía bambolear las paredes. Aquello se convirtió en una confusión indescriptible donde todos, sin distinción, luchaban y hacían increíbles esfuerzos por abrazar con delirante efusión al ilustre Doctor Planellas. Este, al sentir aquella formidable ovación, tan expontánea como gloriosa, pareció quedarse abrumado con el peso de su dicha. Breves segundos permaneció sin movimiento y como insensible. Después, después… una carcajada estridente, horrísona, nerviosa y prolongada, que parecía largo choque de agitada cristalería, partió de sus labios, como ruidosa avalancha, formando coro con el estruendo general. Entre las convulsiones de aquella horrible carcajada perdíase en el torbellino de la anarquía la razón del glorioso médico.

¡El infeliz se había vuelto loco!

EPÍLOGO

Al sentirme dolorosamente estrujado me agité y… abrí los ojos. Estaba en mi lecho y ya el sol, avanzado en su carrera, inundaba con sus hermosos y brillantes cabellos de oro toda la estancia. Froté bien los ojos para cerciorarme del nuevo espectáculo que se ofrecía a mi vista, y abrí los brazos, que fueron a tropezar con un periódico que tenía sobre la mesa de noche. Maquinalmente le cogí y fijé mi vista en las siguientes líneas:

España se va remontando al pináculo de su desdicha. Dado el estado actual de cosas, y lo que la inquieta mirada distingue en el porvenir, su perdición es completa. El exterminio se pasea dominante por todos sus ámbitos; el derrumbamiento de edificios, el estruendoso fragor de la guerra y la llamarada de los incendios embargan los sentidos, oprimen el corazón y nos dicen que avanzamos a la ruina más completa ¡Bien pronto los causantes de tanta desdicha podrán exclamar, lleno de satánico gozo: Delenda est Hispania!

No quise leer más. Estrujé con ira aquel aciago papel, cuya funesta verdad desvanecía por completo los nebulosos recuerdos de mi feliz sueño, transportándome muy de mañana al mundo real. Los contrastes son terribles por eso yo, subyugado, movido poderosamente por sañudo despecho y no pudiendo aplacar mi insaciable furia, mutilando y convirtiendo en polvo a tanto canalla como ha perdido a este desventurado país, tomé una resolución airada, tal vez criminal. Pero muy criminal debía ser, pues siempre fue el despecho consejero del demonio y cadena arrastradora de odiosos despropósitos.

Di fuertes voces, acudió presurosa mi sirvienta y la pedí… ¡el chocolate!

Folletín
Subir