Ya han pasado doce años de los brutales atentados que marcaron nuestras vidas. No es una fecha redonda. No tendrán tanta repercusión los homenajes y actos reivindicativos como hace dos años, con ocasión del décimo aniversario. Pero hay que seguir recordando. Año tras año. No debemos olvidar a nuestros vecinos fallecidos o mutilados ni a sus familias. Ni debemos olvidar el duelo colectivo, ni el esfuerzo realizado por nuestra sociedad para sobreponerse a este zarpazo del terror y mantenerse fiel a sus valores de tolerancia, respeto entre culturas y convivencia pacífica. Debemos reafirmarlos constantemente puesto que siguen amenazados como aquel 11 de marzo de 2004.
El MNA no podía quedar al margen de ese esfuerzo. No sólo porque dos de los trenes estallaron a sus puertas, no sólo porque precisamente la defensa de esos valores forma parte de sus fines sociales y no sólo porque es una institución que aspira a implicarse y tener una participación activa en la construcción de la sociedad multicultural global que está en marcha. También porque, como museo, debe contribuir, con la perspectiva que empieza a dar el tiempo transcurrido, a ordenar las ideas, los datos y los documentos que nos van a permitir organizar la memoria colectiva de estos dolorosos acontecimientos y, como museo de antropología en particular, debe explorar la dimensión humana y social de la tragedia. Une para ello sus fuerzas con la entidad que ha liderado hasta ahora estos procesos de apoyo a las víctimas del terrorismo y de defensa de sus derechos y su memoria, la Fundación Víctimas del Terrorismo, y con la que, recién nacida, está llamada a recibir ese legado, la Fundación Centro Memorial Víctimas del Terrorismo.
Y lo hace en torno a un proyecto fotográfico que intenta pulsar el estado anímico de quienes recorren todos los Sin titúlo. Eduardo Nave Once de marzo de Eduardo Nave días los escenarios de los brutales atentados. Su autor, Eduardo Nave, viaja a las tres estaciones utilizando las líneas de los trenes afectados por las explosiones el día exacto, a la misma hora, en cuatro años sucesivos (2010-2013), simultáneamente tan cerca y tan lejos hoy de aquello. A partir de ahí posa su mirada en los espacios y sus alrededores como una forma de situar la emoción y de entrar en contacto con un mundo arrebatado, en un sentido casi litúrgico, con los ojos cerrados, para proyectar una reconstrucción de la vida ausente.
El proyecto expositivo, dirigido por Mireia Puigventós y diseñado por Diana Jusdado, incluye además una intervención en la valla del museo, en directo diálogo con el monumento a las víctimas de los atentados, y una instalación interactiva en el espacio central dedicada a recuperar física y espiritualmente el legado de los miles de objetos y mensajes que los ciudadanos depositamos espontáneamente durante los días posteriores a los atentados en las estaciones y que Renfe, la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, el Archivo Histórico Ferroviario y el Museo del Ferrocarril han conservado e incluso inventariado con el respeto que se merecen.