Exposiciones temporales
Entre los siglos XVI y XIX, unos 12 millones de personas fueron desplazadas forzosamente desde su hogar en África para trabajar como mano de obra esclava en América, o Abya Yala, el nombre que el pueblo guna da al continente. Casi un 20% de ellas fallecieron en el trayecto, y las que sobrevivieron, se enfrentaron a unas condiciones de vida durísimas, privadas de libertad y tratadas como una posesión en las colonias españolas, portuguesas, inglesas, francesas y holandesas.
No fueron pocas las sublevaciones de las personas sometidas a esta privación de derechos. La primera en 1522 en la isla de la Española (República Dominicana y Haití). Muchas personas esclavizadas consiguieron huir. Conocidas como cimarrones, algunas llegaron a crear comunidades alejadas del poder colonial, llamadas quilombos y palenques, en las que podían ser libres y ayudaban a otras personas esclavizadas, como el Quilombo dos Palmares en Brasil (1580-1710) o San Basilio de Palenque en Colombia. Esta última persiste en la actualidad, así como su cultura y su lengua, el palenquero. Otras formas de resistencia a la esclavitud fueron la música, la danza o la religión. Surgieron así religiones afroamericanas, en las que se fundían elementos africanos, indígenas y cristianos, como la santería, el candomblé o el vudú.
La abolición de la esclavitud no supuso el fin de las injusticias: las desigualdades y el racismo continuaron, pero también la resistencia, que llega hasta nuestros días, como vemos en el movimiento “Black Lives Matter” (“Las vidas negras importan”). En la actualidad, los descendientes de las personas negras esclavizadas son un 30% de la población de Abya Yala y contribuyen a la gran riqueza cultural del continente, al igual que los pueblos originarios y sus descendientes, las personas migrantes y sus descendientes y quienes descienden de los colonizadores.