Con un objeto arqueológico la conservación debe comenzar en el momento de su extracción del sedimento en el que estuvo enterrado. Se produce entonces una alteración ambiental que va a desencadenar diferentes procesos de degradación de los materiales. En las excavaciones arqueológicas que realiza el Museo de Altamira, la persona responsable de la restauración está presente en todo momento, realizando la extracción de los materiales delicados y aplicando los primeros tratamientos.
En el museo, la conservación preventiva, aplicada como criterio de gestión de las colecciones, permite reducir los riesgos potenciales y mitigar los efectos de los factores ambientales y antrópicos sobre los bienes culturales. El control lumínico y de las condiciones climáticas en las salas de exposición y de almacenaje, la adopción de soportes para la exposición de los objetos que no sean agresivos para su estabilidad y estructura física, el diseño de contenedores específicos para aquellos que permanezcan en reserva y la elaboración de planes de emergencia contribuyen eficazmente a preservar la vida de los objetos sin recurrir a su intervención directa.
Por su parte, la conservación de la cueva de Altamira es uno de los objetivos primordiales del museo. El museo lleva a cabo una importante labor como centro de investigación para conocer más acerca de los factores de alteración del arte rupestre en general y de Altamira en particular. El museo trabaja también para establecer modelos de gestión del arte rupestre bajo las directrices de la conservación preventiva. Más información en el apartado Conservación de la cueva o en el siguiente enlace: Programa de Investigación para la Conservación Preventiva y Régimen de Acceso de la Cueva de Altamira