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Tríptico de la Crucifixión

Tríptico de la Crucifixión Imagen Tríptico de la Crucifixión Tríptico de la Crucifixión
  • CE00051
  • Anónimo (1550-1599)
  • Óleo sobre tabla y lienzo. 86,5x121x4,2cm

La asociación de varias tablas a modo de pequeños retablos fácilmente transportables era ya común en el siglo XV, pero desde el Concilio de Trento (1545-1563) renuevan su programa iconográfico. Entre las temáticas más comunes, se encuentra el ciclo de la Pasión, con el momento culminante de la Crucifixión, así como las vidas de santos. El espíritu de la Contrarreforma busca estimular los sentimientos de las gentes con el fin de proyectar, fuera de los templos, las vivencias religiosas. Así, en las paredes y capillas de las casas encontraron lugar un gran número de altares privados u oratorios domésticos que expresaban la piedad de sus habitantes. Los más habituales son los trípticos de tres tablas, decorados tanto interna como externamente, sirviendo las tablas laterales de puertas de cierre.

En la obra central, Cristo Crucificado sigue un modelo similar al de la escuela pictórica toledana, motivo por el cual la tabla llegó a ser atribuida al discípulo del Greco, Luis Tristán. En la parte superior de la imagen central se oculta parcialmente el sol a la izquierda, mientras que la luna aparece a la derecha, evocando las tinieblas que cubrieron la tierra cuando Cristo expiró. A los pies de la cruz, una calavera simboliza la leyenda según la cual Adán habría sido enterrado en el Gólgota, en el mismo lugar donde se elevó la cruz. En la tabla superior izquierda se representa a San José sujetando una vara florecida y una escuadra de carpintero. A su lado, el niño Jesús de celeste sostiene un orbe como "Salvator Mundi", símbolo de su divinidad. Bajo ellos sen encuentra San Juan Bautista, de pie, descalzo y semidesnudo, con nimbo y llevando en su mano derecha un báculo rematado en cruz. A sus pies un cordero tumbado con aureola como precursor y mensajero de Cristo. En la tabla superior derecha San Miguel, sosteniendo un escudo, clava una lanza en un demonio alado tendido en el suelo al que pisa con ambos pies, escena que alude a la batalla entre San Miguel Arcángel y Satanás. Debajo, San Bruno, con el hábito blanco de los cartujos y nimbo y con el báculo tirado a sus pies, simbolizando su desprecio por las jerarquías de este mundo.

Técnicamente se combinan, de forma muy original, dos soportes: óleo sobre lienzo para la escena central y óleo sobre tabla para los laterales. Los marcos están ricamente dorados y decorados con motivos florales creados con la técnica del estofado (de época original) y otros pintados (a posteriori). La parte trasera está pintada al óleo y en ella se sucede una composición de motivos geométricos sobre fondo gris, creando un juego de luces y sombras que busca perspectivas arquitectónicas imitando mármoles como el serpentino verde y otras piedras duras como el jaspe rojo estriado o granitos de variados colores.

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