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Tintoretto. La huella veneciana

Del 25 de febrero al 8 de junio

Exposición temporal

Tintoretto. La huella veneciana

Del 25 de febrero al 8 de junio

Jacopo Tintoretto (1518 – 1594) perteneció a una prodigiosa generación de artistas que protagonizaron la edad dorada de la pintura veneciana. La monumentalidad de los edificios públicos de la ciudad de Venecia le sirvió como un marco inigualable para su obra, que compartió espacio y tiempo con la de Tiziano, Veronés o los Bassano.

A finales de la década de 1530, Tintoretto se estableció como maestro independiente poniendo en marcha un activo taller. Su estilo fue profundamente personal desde el comienzo, pero es a partir de 1545 cuando empieza a producir una serie de obras maestras que lo sitúan como uno de los grandes pintores venecianos del momento. Durante los treinta años siguientes fue reconocido por la originalidad de su estilo abocetado, la rapidez de ejecución y su capacidad para crear enormes escenografías como las de la Scuola Grande di San Rocco o el Palazzo Ducale. Pintor polifacético ante todo, no cesó de incorporar nuevos temas y efectos pictóricos en cuadros de altar, de historia, escenas narrativas y retratos.

La huella veneciana

Tintoretto fue nombrado retratista oficial de la República de Venecia y como tal, su labor fue ampliamente reconocida. Retrató tanto a clientes privados como oficiales de todos los estamentos venecianos, explorando casi todas las posibilidades del género. La técnica dibujística y el claroscuro que caracterizó sus obras narrativas, también inundó sus retratos, que resultan convincentemente reales aunque sin prescindir de una pincelada libre y enérgica.

Del mismo modo que Tintoretto retrató a la gerontocracia de la Serenísima, el Greco hizo lo propio con la élite de la sociedad toledana de su tiempo, llegando hasta nosotros una verdadera galería de caballeros castellanos. Pero si hay algo que une los retratos del Greco y Tintoretto es su inmediatez y verismo. Mediante una composición sencilla presidida por una figura piramidal ante un fondo neutro, ambos pinores lograron concentrar en el rostro y especialmente en la mirada, toda la carga emotiva y psicológica del personaje.

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