Último cuarto del siglo XIX.Salto de línea Bronce/ vidrio, opalina.Salto de línea Fundido/ a molde.Salto de línea MARCAS: En la llave central: KOSMOS- VULRAN (W&W) y en las laterales: KOSMOS- BRENNER.Salto de línea 210x 195x 45 cm.Salto de línea Inv. 3826.Salto de línea Ubicación: Salón de Billar
Bibliografía: ESCALERA, Eugenio (“Monte- Cristo”), Los Salones de Madrid, Publicaciones de “El Álbum Nacional”, Madrid, sd.
Catalogación: Sofía Rodríguez Bernis y Julio Acosta Martín
Lámpara de estructura de desarrollo transversal, compuesta por una armadura de bronce de la que penden tres luces alineadas. Este tipo de luminarias se destinaban habitualmente a las salas de billar, despachos, bibliotecas y pasillos, donde se requería una mancha de luz alargada. Existe un ejemplar similar en la Biblioteca del Museo, y otro, de dos luces, que debió prestar servicio en un espacio más modesto, y que hoy se sitúa en uno de los pasillos del entresuelo.
En el siglo XIX la iluminación experimenta una evolución acelerada. Quizá el modelo de lámpara más conocido fuera el quinqué, al que responde nuestro ejemplar. Alimentado con aceites, genera una luz brillante y sostenida gracias a su sistema de construcción: la mecha se alberga en una chimenea de cristal que no sólo protege la llama de las corrientes de aire, sino que también favorece la circulación regulada de aire en su interior y, por tanto, la renovación constante del aporte de oxígeno, con lo que se aumenta el rendimiento lumínico. La luz se matiza gracias a los difusores opalescentes, que la orientan hacia abajo, concentrándola en la superficie a iluminar. El hollín generado en la combustión se recogía, en la medida de lo posible, en los platillos de opalina dispuestos sobre la salida de humos.
El quinqué, desarrollado primero por Argand y después por el Dr. Quinquet, del que toma el nombre, fue objeto de muchas mejoras que se patentaron a lo largo del siglo XIX, en la constante competición de las firmas especializadas por hacerse con el mercado. El español, siempre dependiente de las importaciones extranjeras, se nutre de las producciones francesas y alemanas principalmente, por ejemplo, de las lámparas Gagneau –marca de la de la Biblioteca- y, en menor medida, de las Kosmos Brenner.
La lámpara fue electrificada en la década de los noventa, para adecuarse a un palacio que contó con instalación eléctrica desde su construcción. Las bombillas se colgaron, a la vista, de la corona superior de bronce, sin afectar a los quinqués inferiores, por lo que la iluminación podía ser mixta, recurso habitual a fines del siglo XIX. Esta combinación todavía se aprecia en una fotografía tomada con anterioridad a 1941 (Archivo fotográfico. Álbum 37P) El libro Los salones de Madrid, redactado por el periodista “Montecristo” incluye una fotografía del Comedor de Gala, contiguo a la Sala de Billar, con un sistema parecido, esta vez asociado a una araña.
Cuando, ya en el siglo XX, se corrige la electrificación ubicándose las bombillas sobre los mecheros, se altera la disposición de la corona, que se coloca sobre el difusor de la lámpara central; recientemente, ha sido devuelta a su lugar de origen.