25/04/2023
Un año más, es para mí un orgullo como ministro de Cultura y Deporte estar en este Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para hacer entrega del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. En esta edición de 2022, además, el poeta, ensayista, traductor, profesor y pensador Rafael Cadenas se convierte en el primer venezolano en recibir esta distinción, lo que me llena de felicidad. Y más aún que el premiado emprendiera un viaje largo para estar hoy aquí con nosotros.
El Cervantes es un galardón que honra a nuestra lengua, una lengua común que une a España y Latinoamérica en el destino de las palabras, de la poesía, de la literatura y, si me lo permiten, diría que también de la vida que se construye y recrea en voces hermanas.
En primer lugar, me gustaría recuperar algunas de las palabras que el jurado recogió en su fallo: “Su vasta y dilatada obra literaria”; “La trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua”. Reconociendo, además, que su obra “demuestra el poder transformador de la palabra cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras”. Y, por último, el jurado señalaba que Cadenas “hace destilar de las palabras su esencia deslumbrante, colocándolas en el territorio dual del sueño y la vigilia, y haciendo que sus poemas sean una honda expresión de la existencia misma y del universo, poniéndolas también en una dimensión que es a la vez mística y terrenal”.
Rafael Cadenas nació en Barquisimeto, Venezuela, el 8 de abril de 1930. ¡Felicidades por tu reciente cumpleaños! Creció en una familia numerosa y a los 12 años se convirtió en una suerte de secretario de su abuelo, quien le dictaba cartas dirigidas al Gobierno en las que solicitaba su pensión por los servicios prestados a la patria. Este abuelo, un general pobre y olvidado, le contaba a su nieto las historias de Los miserables, Hamlet o la del Don Juan Tenorio de Zorrilla, que diligentemente el joven Rafael buscaba y leía. En ese diálogo cómplice, el anciano le enseñó al niño algo que este hizo suyo para toda su vida, la importancia de observar las cosas con detenimiento y atención.
En la poesía de Cadenas la palabra y la mirada dan forma a una expresión estética de gran envergadura, algo que se aprecia sobre todo a partir de sus libros Intemperie y Memorial, ambos publicados en 1977. En Ars poética, último poema de Intemperie, leemos: “Que cada palabra lleve lo que dice. / Que sea como el temblor que la sostiene. / Que se mantenga como un latido”. En Memorial desplaza el verbo hacia una mirada despojada, desnuda de ideas, comprometida con la plenitud de lo real: “La única doctrina de los ojos / es ver”, y agrega: “Tengo ojos, no puntos de vista”.
En 1954, a raíz de su participación en protestas estudiantiles universitarias, la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez envía a Rafael Cadenas al exilio, a la isla de Trinidad, por aquel entonces colonia británica. Cuatro años de destierro que él aprovecha para estudiar inglés y leer poesía inglesa y norteamericana. En 1958, tras el derrocamiento del régimen y la instauración de la democracia en Venezuela, regresa a su tierra.
Será a partir de la publicación de Los cuadernos del destierro, en 1960, que los expertos califican como una pieza esencial de la poesía en lengua española, cuando la obra de Rafael Cadenas se lea con la admiración y el asombro que distinguen a su palabra esencial, reflexiva, verdadera, libre de toda retórica. El lector de poesía, afirma Cadenas, busca revelaciones. ¿No se espera acaso de la poesía, como él mismo dice, “que haga más vivo el vivir”, es decir, que profundice en la experiencia vital de quien lee?
Poco después de su regreso del exilio, Rafael Cadenas estudia en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde será profesor durante más de treinta años. En esas aulas enseñó poesía española, inglesa y norteamericana. Sus clases fueron las de un profesor que, con lentitud y sobriedad, trasladaba a sus alumnos las reflexiones, las inquietudes y las dudas que le suscitaban la lectura de los poetas que enseñaba. Su conciencia de la fragilidad humana propiciaba que buena parte de sus exposiciones se formularan como preguntas para las que él no siempre tenía respuestas.
Con carácter recatado y de pocas palabras, Cadenas impartió una docencia que sus alumnos recuerdan como formadora para la vida, su misterio y la poesía. La poesía es una experiencia, no un género literario, les repetía el poeta, y la veracidad de esa afirmación fue uno de los pilares de su enseñanza.
La lengua es una inquietud viva en el pensamiento de Rafael Cadenas y así aparece reflejada en la mayoría de sus obras. En Una isla, señala: “Exhausta está mi lengua, la matriz amante”. Además, la frase inicial de su celebrado libro, En torno al lenguaje, dice así: “Quisiera que este trabajo fuese testimonio de un recio amor, el amor a la lengua”. Y en un poema publicado en 1996 en su libro Gestiones escribe:
“Los hados nos dieron
una lengua noble,
como un buen vino
de bodegas medievales.
Los poetas están entre los encargados
de custodiarla;
pero yo me afano lentamente
junto a los artesanos
por hacerme digno” […].
Rafael Cadenas siempre se ha empeñado en dar concisión a una lengua que a su juicio exige ser atendida, interpelada, renovada, defendida. De este modo señala: “El lenguaje es inseparable del mundo del hombre. Más que al campo de la lingüística, pertenece al del espíritu y al del alma. En otras palabras, no puede hablarse separadamente de un deterioro del lenguaje. Tal deterioro remite a otro, al del hombre, y ambos van juntos, ambos se entrecruzan, ambos se potencian entre sí. Por eso en la defensa del hombre ha de incluirse la del idioma”.
Cadenas también ha traducido a poetas como Cavafis, Herbert, Graves o Whitman, este último una voz para él excepcional. Sabemos que tiene una colección de poemas inédita sobre el universo que le descubrió la obra de Rainer Maria Rilke y que permanece fiel a sus lecturas de los grandes del haiku japonés, con Matsuo Bashō a la cabeza, a quien con una afinidad mística rinde homenaje en su libro En torno a Bashō y otros asuntos.
Pero Rafael es, sobre todo, un hombre de una ética e integridad radicales, tanto en su andar como en su literatura. Estamos ante una voz comprometida, de una consecuente honestidad, que conoce las palabras exactas para defender al ser humano de los autoritarismos, de la falta de libertades y de la violación de derechos humanos. Su figura convoca y reúne en sí a un país disperso por todo el mundo.
Recibe nuestras más sinceras felicitaciones, en nombre del gobierno de España, querido Rafael, por este justo reconocimiento y nuestra gratitud por el legado con el que tu obra enriquece la lengua que nos une.
Muchas gracias,