Número de inventario: 32900.
Metal. 116 x 142 x 70 cm.
Aunque este fumigador de carretilla hoy nos parezca un tanto rudimentario, en su día no lo fue. Está fechado en 1954, y es de motor de gasolina. Sólo una década antes, en un manual para tratamiento de plagas en viñedos, todos los pulverizadores y espolvoreadores descritos son de tipo manual, a palanca (A. Ruiz Castro: 1943, 172-179). Es de la firma comercial: Kiekens Dekker, empresa holandesa que empezó a fabricar los primeros nebulizadores en 1946, y en los años siguientes patenta su marca en numerosos países del mundo. España intenta modernizarse, adquiriendo el Ministerio de Agricultura aparatos de este tipo, tal y como se lee en el depósito de otro fumigador de mochila existente en el Museo. Esta piezas es, en concreto, un espolvoreador para aplicar insecticida y fungicida en polvo, azufre en la mayoría de los casos. Iba destinado a la lucha contra plagas en encinas, olivares y contra la langosta.
El control contra las plagas con medios químicos comienza a mediados del siglo XIX siendo muy importante para el aumento de la extensión y la productividad agropecuaria (C. Guerrero y F. Rueda: 1988: 125). En el caso de las fumigaciones, ha habido una evolución desde la utilización de aspersiones con escobillas de brezo a las muchas veces devastadoras fumigaciones realizadas con avionetas. En la década de los veinte del pasado siglo ya había pulverizadores de mochila, de baste utilizados sobre caballerías y a carretilla (A. Azanza y Azcona, 1922: 45).
Tras la Segunda Guerra Mundial, con el desarrollo de los insecticidas químicos de síntesis, siendo el ejemplo más conocido el DDT, se obtienen unos resultados espectaculares en el control de plagas. En la agricultura se produce una revolución, siendo la productividad y rentabilidad el principal objetivo (M. Sanagustín, 1981: 207). Parecía que las plagas pertenecían al pasado, pero ya en la década de los sesenta empezaron voces críticas contra estos insecticidas debido a su alta toxicidad, y a que son difícilmente biodegradables por lo que muchos han acabado retirándose del mercado (J. V. Maroto Borrego, 1998: 330).
Pieza donada por la Escuela Técnica de Ingenieros Agrónomos de Madrid.
CLV