Número de inventario: 24016. Barcelona.
Cartulina. 23,3 x 29,6 cm.
En la primera mitad del siglo XX, España era fundamentalmente un país agrícola y la mayor parte de su población activa estaba en el campo, por lo que era lógico que hubiese un amplio bloque de carteles o postales anunciando productos para el campo: fertilizantes, insecticidas, abonos, maquinaria, reconstituyentes, fármacos, alimentos para el ganado, etc. (VV. AA., 2002: 41). Tras la Guerra Civil aparecieron complementos alimenticios para los animales que, mezclados con la alimentación tradicional, los convertía, según la publicidad de la época, en un “superalimento” concentrado. Se podría decir que estos “superpreparados” fueron los antecesores de los piensos compuestos actuales. Hubo varios productos muy conocidos, como los Polvos Huemas, el Engorde Castellano Liras o los Polvos Pinós.
Este tipo de preparados alimenticios solían estar elaborados con residuos de animales sacrificados, como los huesos molidos de terneras o corderos, los cuales aportaban el complemento de calcio, harinas de carnes y pescados, etc. (E. Ayala Martín, 1941: 45, 69 y 136). Estos polvos contenían, además, estimuladores del apetito, como la raíz de genciana, lo que hacía que los animales comieran y engordaran más en menos tiempo. El producto resultante se envasaba en bolsas de un kilo (aproximadamente unas 100 dosis) y posteriormente se distribuía a toda España, siendo empleados con todo tipo de animales de granja: ocas, gallinas, gallos, cabras, vacas, cerdos, caballos, etc. En este cartel aparecen todos ellos en una imagen en la que todos parecen felices. Es de suponer que la marca anunciante pretendía hacer ver que estos polvos eran beneficiosos para todos, y que con ellos se obtenían los máximos beneficios. Con la llegada de los piensos compuestos a mediados de los años 50 del siglo XX desaparecieron estas pequeñas industrias.
DHM