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Carlanca

Carlanca

Número de inventario: 15133. Isaba (Navarra).

Hierro. Alt. 13, diám. máx. 18; pinchos: 6,5 cm.

Uno de los sistemas de protección de los perros asociados a los rebaños de ovejas es la carlanca. Como es sabido, a estos grupos les acompañaban dos tipos de perros. Los careas (unos animales poco usados a finales del XVIII en los rebaños trashumantes castellanos) y los mastines. Mientras que los primeros –de pequeño tamaño– eran los encargados de controlar al rebaño en el sentido que les indicara el amo, los segundos tenían como misión la defensa frente a los lobos y otros depredadores (L. V. Elías Pastor y C. Muntión, 1989: 108-110).

A pesar de que ya en la Edad Media se ven perros con carlancas, no parece que estuvieran totalmente generalizadas, dada que su presencia en la iconografía no es constante. Por el contrario, en el siglo XVIII, el conde de Daubenton ya considera normal que los mastines lleven carlancas contra los lobos en Francia, lo cual no es desmentido ni matizado por su traductor castellano. En la misma revista donde se publica esta traducción, hay un artículo sin firmar (Anónimo, 1799: 393) que recomienda que el perro que pelee con lobos ha de carecer de orejas (para que no muerdan en ellas) y ha de llevar “buenas carlancas”.

La variedad de tipos en las carlancas es grande formalmente en cuanto a resultado final: varias zonas metálicas articuladas entre sí, o bien una sola tira, con la presencia de fuertes púas en ambos casos; también los collares de cuero con clavos hacían la misma función (F. Gragera Díaz, 2001: 88-111). Su colocación, en el cuello, les protegía de ataques a las zonas más vitales, por lo que les colocaba en una postura de superioridad frente al atacante. Además, como señala este autor, existían protectores para el pecho del perro, realizados en cuero y con puntas afiladas, con la misma intencionalidad que la carlanca.

JLMC

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