A Luisa Roldán le corresponden dos méritos indiscutibles: ser un ejemplo de escultora barroca a la altura de otros artistas consagrados como Pedro de Mena o Francisco Salzillo y haber sido recibida como escultora de cámara en las cortes de Carlos II y Felipe V. Nacida en Sevilla, se formó en el taller de su padre, el también escultor Pedro Roldán. Allí compartió espacio con otros aprendices, entre los que hallamos al que se convertiría en su marido: Luis Antonio de los Arcos. Esta unión no contó con el beneplácito paterno, pero Luisa siguió adelante y construyó una vida en común con el escultor, tanto en lo personal como en lo profesional.
La primera etapa de su matrimonio la vivió en Sevilla, donde ambos trabajaron para hacerse un hueco en el panorama escultórico de la urbe hispalense. Hacia 1684 se trasladaron a Cádiz donde siguieron trabajando y donde contaron con la colaboración de su cuñado, Tomás de los Arcos, experto en policromía. Esta etapa fue esencial para Luisa desde el punto de vista artístico ya que fue marcando su estilo personal caracterizado por el sentimentalismo y el movimiento.
El año 1689 marcó un punto de inflexión para Luisa Roldán, ya que se trasladó con su marido e hijos a Madrid donde entró en contacto con la Corte. Allí contó con protectores de su obra como el Ayuda de Cámara Cristóbal Enríquez de Ontañón, caballero del hábito de Santiago, y donde recibió encargos por parte de la nobleza que se movía en el entorno de la Corte.
Sus pequeñas figuras de barro cocido, y policromadas, que ella definió como “alhajas de escultura” fueron tremendamente populares para la decoración de los interiores domésticos. Solían representar escenas religiosas de la Natividad o la Epifanía y, precisamente, su carácter de ornamento doméstico ha hecho que una parte importante de la obra de “La Roldana” esté en manos privadas.
En 1692 llegó el nombramiento como escultora del Rey con los emolumentos que ello representaba. Así, Luisa pudo incorporarse a una selecta nómina de artistas que pusieron su trabajo al servicio del último Habsburgo, y también del primer Borbón. Su San Miguel, conservado en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial corresponde a esta etapa y la sitúa en un plano no muy habitual para las mujeres artistas en el siglo XVII.
Fuentes Documentales relacionadas con Luisa Roldán, "La Roldana"
Sofonisba Anguissola , nacida en Cremona y de origen noble, compartió con sus hermanas una esmerada formación artística de la mano de pintores como Bernardino Campi o Bernardino Gatti. Destacó, especialmente, en el género retratístico, y sus primeras obras sirvieron como carta de presentación. En 1559 el duque de Sessa, en carta al rey, ponderaba de manera muy positiva sus cualidades y se decidió, entonces, que se trasladase a la corte española formando parte del séquito de Isabel de Valois. Sofonisba fue asentada como dama de la reina formando parte del grupo de damas francesas que permanecieron a la vera de la reina de origen francés durante su etapa como consorte de Felipe II.
Empezó entonces una nueva etapa para la pintora de Cremona marcada por su función oficial como dama, y extraoficial como retratista de la Familia Real. Además, actuó como profesora de pintura para la reina. Sofonisba no recibió, por tanto, tratamiento como “pintora de Cámara”, y sus trabajos fueron pagados en especie, a lo que había que unir sus gajes como servidora de Palacio.
La muerte de Isabel de Valois provocó importantes cambios en el seno de la Casa de la Reina. Con el nuevo matrimonio entre Felipe II y su sobrina, la archiduquesa Ana de Austria, se abría una nueva etapa marcada por cambios a nivel normativo y personal dentro de la servidumbre de la reina. Las antiguas damas de la reina, y muy especialmente las francesas, fueron saliendo paulatinamente de la nómina palaciega. En el caso de Sofonisba se pusieron en marcha las negociaciones de un matrimonio ventajoso, salida habitual entre las damas de la reina, pero este se dilató un tiempo y todavía pudo disfrutar de su posición cortesana durante algunos meses más llegando a retratar a la nueva consorte.
Finalmente contrajo matrimonio con Fabrizio de Moncada y regresó a la península italiana donde permaneció el resto de su vida. Este matrimonio fue breve ya que enviudó a los cinco años. Contrajo entonces un nuevo matrimonio con Horacio Lomelín. Sofonisba siguió pintando durante su etapa de casada y, estando unida a Lomelín frecuentó ambientes artísticos e intelectuales. Además, no perdió el contacto con la Corte española, siendo merecedora de ciertas mercedes por parte de Felipe II. Además, pudo volver a retratar a las hijas de Isabel de Valois, las infantas Catalina e Isabel cuando éstas pasaron por Italia: en el caso de Catalina cuando viajaba hacia Turín, tras su matrimonio con el duque de Saboya, y en el caso de Isabel, tras su paso por Génova en su camino hacia los Países Bajos.
Fuentes Documentales relacionadas con Sofonisba Anguissola