La ciudad de Madrid había sido ocupada por las tropas francesas el 23 de marzo de 1808. Carlos IV y Fernando VII se encontraban en Bayona donde habían sido citados por Napoleón para discutir y decidir sobre el futuro del trono español. Por lo que tanto Madrid como el resto de ciudades españolas, se encontraban desprotegidas, a merced de las tropas francesas que cada vez ganaban más terreno y poder.
El 2 de mayo de 1808 el ejército francés se dirige hacia el palacio real con el objetivo de cumplir la orden dada por Napoleón, sacar a la familia real de su residencia y escoltarla hasta Bayona para reunirse con Carlos IV y Fernando VII.
Ante este hecho, los ciudadanos que se encontraban en las inmediaciones, consideraron este acto como un abandono por parte de la familia real e incluso un rapto de las tropas francesas que dejaban el país desprotegido y con toda seguridad, sería una situación que aprovecharían para ganar terreno y poder. Por ello, decidieron dar la voz de alarma y levantarse en contra del ejército extranjero con el fin de impedir dicho traslado.
Fue un levantamiento totalmente espontáneo y que por ese mismo motivo se pensó que sería un hecho aislado que no iría a más, que no tendría consecuencias. Sin embargo, se convertiría en el detonante que desencadenaría seis años de guerra, la Guerra de Independencia Española .
Frente al ejército francés el grupo de madrileños, que se había sublevado, no contaba ni con los conocimientos ni los medios militares suficientes para hacer frente al enfrentamiento, por lo que el altercado fue duramente reprimido. A la orden del General Murat, se mandó todo un destacamento de la Guardia Imperial acompañada de la artillería con orden de arremeter y abrir fuego en contra de los ciudadanos que opusieran algún tipo de resistencia.
El general francés Rossetti, se había desplazado hasta la ciudad acompañado por una escolta compuesta por dos escuadrones de cazadores y un pelotón de cuarenta mamelucos. A su llegada a la ciudad se encontraron con la resistencia del pueblo de Madrid contra los que tuvieron que cargar para abrirse paso.
Ante esta contraofensiva, se inició en toda la ciudad de Madrid una revuelta popular espontánea, toda una serie de ataques improvisados y luchas callejeras, que muchas otras ciudades y lugares de España tomarían como ejemplo para llevar a cabo sus propias luchas. La resistencia madrileña, con cierto nivel de efectividad, consiguió levantar la moral del movimiento independentista en toda España.
La muchedumbre, se dirigió al Parque de Artillería de Monteleón con el fin de recabar todas la armas posibles y contar con ciertos medios con los que poder enfrentarse con el ejército francés. Se permitió incluso la cesión de armas a los ciudadanos para su propia defensa, puesto que los grupos militares no eran suficientes para hacer frente a la situación.
A ese mismo parque, se dirigieron los Capitanes Velarde y Goicoechea, así como el Teniente de Infantería Ruiz con toda una compañía que fue franqueada por el Capitán de Artillería Don Luis Daoíz
El aprovisionamiento de armas y la llegada de los diferentes militares, provocó que los franceses atacasen con una potentísima columna al mando del General Lefranc. Daoíz, Velarde y Ruiz, encabezaron una lucha, manifiestamente desigual donde junto a unos veinte soldados, cien ciudadanos voluntarios, tres cañones y mujeres que ayudaron en el transporte de la munición, trataron de hacer frente a las tropas francesas, cuyo número ascendía a unos dos mil hombres. Fue una rápida, y cruenta batalla donde murieron los capitanes españoles Velarde y Daoíz uno a tiros y otro atravesado por las bayonetas francesas. En su honor, se levantó una escultura en la Plaza del 2 de Mayo junto con el único resto conservado de ese Parque de Artillería, la puerta de entrada al cuartel.
Tal fue la situación de desigualdad entre los dos bandos, que incluso en cierto momento de la contienda se dejaron libres a 56 presos que se encontraban en la Cárcel Real bajo promesa de regresar una vez el conflicto hubiese cesado. A su llegada a la Plaza Mayor, sorprendieron y rindieron al destacamento francés de artillería. Cumpliendo su palabra, a la mañana siguiente regresaron a su encarcelamiento.
Tras recuperar el control de la ciudad de Madrid, el ejército francés ordenó la inmediata ejecución de los patriotas detenidos tras los alzamientos de los distintos puntos de la ciudad.