Queremos destacar otro perfil femenino como es el encarnado por Juana de Vega, condesa de Espoz y Mina . Es cierto que vivió muy joven el periodo que estamos tratando en esta Guía de Lectura, pero la deuda intelectual que había contraído con lo que había pasado en esos tres años, y los hombres que lo hicieron posible, la hacen merecedora de este destacado.
Perteneciente a una familia de la burguesía comercial de La Coruña, contrajo matrimonio en 1821, a los 16 años, con Francisco de Espoz y Mina , militar que se había destacado en sus acciones contra los franceses durante la Guerra de la Independencia . Apenas transcurridos dos años de la boda, la paeja hubo de afrontar un exilio forzoso a causa de la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis encabezada por el duque de Angulema y en seguimiento de lo dispuesto por las potencias de la Santa Alianza.
En las memorias que Juana dejó escritas, en reivindicación de la figura de su marido, narró el viaje compartido con su padre desde La Coruña a Lisboa. Desde allí pasaron a Inglaterra donde permanecieron hasta la muerte de Fernando VII.
Juana de Vega enviudó tempranamente, en 1836, y comenzó una nueva etapa vital en la que combinó el cumplimiento y la rebeldía frente al modelo femenino dominante en la España del siglo XIX. Viuda doliente, no fue capaz de sustraerse a la efervescencia política que dominó la España isabelina y fue capaz de encauzar sus aspiraciones para lograr sus propósitos, si bien es cierto que no escapó a las críticas.
Juana de Vega representa el pensamiento político progresista convirtiendo su casa en el escenario de una interesante tertulia. La falta de la figura de su marido encauzó su actividad pública hacia el campo “femenino” de la acción benéfica y caritativa. Pero, sin duda, uno de los hechos más relevantes de su biografía particular fue su nombramiento como aya de la reina Isabel y de la infanta Luisa Fernanda . La tríada que conformó con Agustín de Argüelles y Manuel José Quintana suscitó la enconada crítica por parte de los cortesanos más conservadores que no ahorraron en términos despectivos hacia los tres.
A estas obligaciones, que implicaban un control directo sobre cómo había de formarse una reina constitucional y comprometida con los valores liberales, se unieron pronto los de camarera mayor de la reina. La costumbre de que este cargo recayese en una mujer perteneciente a la Grandeza hizo que la crítica cortesana no cesara.
En 1843 la condesa de Espoz y Mina dejó la Corte y se retiró a La Coruña, aunque en los años siguientes, continuó con sus muchas labores sociales y políticas. Aprovechó esa salida de Palacio para dar forma a las Memorias de su marido, una labor en la que hubo de responder y neutralizar las críticas que la actuación de Espoz y Mina había generado en ciertos sectores del progresismo liberal.
A estos escritos hay que añadir sus propias memorias , que quedarían inéditas hasta 1910. No podemos olvidar que en su acción benéfica y asistencial, que daría episodios muy sonados como su implicación en la epidemia de cólera que sacudió Galicia en 1854, contó con apoyos como el de Concepción Arenal . Asimismo el compromiso de mecenazgo que demostró en su apoyo a la carrera del violinista Pablo Sarasate .
El archivo personal de Juana Vega, que da testimonio de estas múltiples facetas, se conserva a día de hoy en el Archivo Histórico Nacional . Además de su correspondencia con importantes prohombres del liberalismo progresista, podemos encontrar documentos de gran interés para analizar su papel como aya de Isabel II y, por supuesto, apuntes y notas de sus escritos históricos. [Enlace a la pieza del mes del AHN dedicada a una serie de ejercicios escolares que la reina Isabel II realizó entre 1842 y 1843]