El trabajo del archivero, no pocas veces repetitivo y tedioso, de vez en cuando trae grandes sorpresas, hallazgos documentales que pueden ser un importante recurso para la investigación y la divulgación de la cultura.
A pocos días de cumplirse el centenario de la muerte de uno de los grandes genios de la pintura española, Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 27 de febrero de 1863-Cercedilla, 10 de agosto de 1923), durante los trabajos técnicos habituales del archivo, dos de nuestros auxiliares, Alejandro Robles y Alba Moreno, encontraron una serie de cartas inéditas del pintor.
El hallazgo se produjo mientras realizaban el tratamiento previo a la digitalización del fondo Villagonzalo, consistente en la numeración de las páginas y asignación de signaturas a los documentos. El fondo de los Condes de Villagonzalo, de titularidad privada, ingresó en el Archivo Histórico de la Nobleza en 2010 y se conserva en calidad de comodato. Estamos hablando de un fondo compuesto por 491 cajas, con una media de 1700 documentos por caja.
Los documentos encontrados son el recibo del pago del retrato de la hija del conde de Villagonzalo encargado a Joaquín Sorolla en 1907, por un importe de 20.000 pesetas, y seis cartas con su correspondiente sobre, todos ellos manuscritos originales de puño y letra de Joaquín Sorolla.
En el AHNOB ya se tenía noticia del pago de este cuadro por un documento anteriormente descrito (VILLAGONZALO,C.463,D.1,fol.92v), un libro de cuentas de administración en el que aparecía reflejado este pago a la cuenta del pintor en el Banco de España, con fecha de 4 de julio de 1907. Pero este último hallazgo ha sido inesperado, ya que las cartas manuscritas de Sorolla se han encontrado dentro de una carpetilla de justificantes de gastos de la casa, entre recibos de impuestos y facturas de agua, teléfono, alimentación o peluquería, entre otros.
Mariano Miguel Maldonado Dávalos (1851-1921) ostentó los títulos de VII conde de Villagonzalo y VI marqués de la Scala, fue senador por derecho propio y embajador de España en Rusia. Se casó con Fernanda de Salabert Arteaga, marquesa de Valdeolmos, con la que tuvo dos hijos, Fernando y María Luisa. El domicilio familiar estaba situado un palacete de la calle San Mateo de Madrid.
El conde de Villagonzalo era coleccionista y entendido en arte, además de amigo personal de Sorolla. Como miembro de la alta sociedad madrileña, no es de extrañar que el conde realizara este encargo, ya que el retrato fue uno de los géneros pictóricos más de moda entre las élites. Estos cuadros, que solían exponerse en los salones de las casas, además de como recuerdo familiar, servían también para exhibir la riqueza, el buen gusto y el bagaje intelectual de sus propietarios.
Joaquín Sorolla, por su parte, era ya un pintor consolidado y asentado en Madrid desde hacía años. Habiendo pasado por todos los géneros pictóricos del momento, la pintura religiosa y de historia, el costumbrismo y el realismo social, se encontraba en su etapa más libre, centrado en la pintura al aire libre, el paisaje y la captación de la luz. Reconocido a nivel internacional desde que fuera premiado en la Exposición Universal de París de 1900, eran habituales sus exposiciones y estancias en Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Los encargos de retratos suponían para Sorolla una fuente regular de ingresos, que le permitían dedicarse de forma más libre a otros géneros menos comerciales. Aún así, el retrato es uno de los pilares de la evolución pictórica del valenciano y es donde más se aprecia su relación con los grandes maestros de la pintura española, así como la influencia de las modas internacionales.
En el Retrato de María Luisa Luisa Maldonado, hija del conde de Villagonzalo, el pintor adopta el estilo del retrato clásico inglés e incorpora un fondo de paisaje, elaborado con gran precisión. La indumentaria de la condesita, al estilo de la belle époque, peinado y sombrero incluidos, están recreados con gran lujo de detalles. El resultado es un retrato elegante y de gran maestría, con reminiscencias también españolas, que nos recuerdan a Goya.
El retrato fue pintado durante los primeros meses de 1907 en el estudio que Sorolla tenía en Madrid, pero el paisaje de fondo pertenece a la sierra de Guadarrama, el entorno que rodeaba a la finca del Monte del Pardo donde la familia del pintor se había trasladado a vivir el año anterior para ayudar a recuperarse a su hija María, que sufría tuberculosis.
Las cartas escritas por Sorolla y dirigidas al conde Villagonzalo conservadas en el AHNOB (VILLAGONZALO,C.319.D.791-798), algunas de ellas simplemente notas, tratan sobre las citas para las sesiones de posado de María Luisa.
En una de las cartas más extensas Sorolla comenta con el conde, en tono jocoso, como recibe las críticas que ciertos clientes hacen de su trabajo. El cariz y la cercanía con las que el pintor escribe al conde, así como las muestras de afecto y el envío de recuerdos entre ambas familias, demuestran como su relación iría más allá de lo puramente comercial, acercándose a la amistad.
Del análisis de estas cartas podemos extraer otros datos interesantes como que, en ese momento, Sorolla estaría trabajando simultáneamente en los retratos de María Luisa Maldonado, la condesa de San Félix y el marqués de Alhucemas.
El hallazgo de estas cartas en el AHNOB se convierte en una valiosa fuente para la investigación de la historia del arte, ya que viene a completar la colección de cartas conservadas en el Museo Sorolla.
La institución que hoy ocupa la antigua casa del pintor en Madrid custodia, por una parte, las cartas remitidas por el conde de Villagonzalo a Sorolla (CS6379, CS6380, CS6381, CS6382, CS6383) y que podrían cruzarse con las del AHNOB.
En ellas también se habla fundamentalmente de las citas de posado de la señorita María Luisa, se confirma el precio pagado por el cuadro y se habla de otros dos retratos que Sorolla regalaría al conde.
Por otro lado, como en esta época Sorolla dividía su tiempo entre El Pardo y el estudio de Madrid, el Museo Sorolla conserva también una serie de cartas dirigidas a su esposa Clotilde en las que comenta los avances en el cuadro de María Luisa (CFS366, CFS367, CFS378, CFS385, CFS386, CFS389). En ellas Sorolla cuenta como el conde de Villagonzalo le dio instrucciones precisas para la realización del cuadro de su hija, como que el fondo debería ser un paisaje, al estilo de los retratos ingleses. De estas cartas también podemos extraer que el cuadro tuvo un gran éxito entre las damas de la alta sociedad madrileña.
Sin duda este retrato fue de gran relevancia en la trayectoria de Sorolla, no solo por su aceptación social, sino también por los beneficios económicos que de él obtuvo. Cobró por él veinte mil pesetas, cuando sabemos que el precio de los retratos que venía realizando en esa época era de 7500. El retrato fue usado además por Sorolla para ganarse una reputación internacional, ya que lo llevó a su exposición de 1908 en Londres.
Pero del reciente hallazgo del AHNOB, sin duda, la carta más interesante es la fechada en La Granja el 5 de julio de 1907. Ese verano Sorolla se trasladará a La Granja de San Ildefonso junto a su familia para atender un encargo de gran relevancia: pintar los retratos de los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg.
En la carta, el pintor cuenta a su amigo el conde el estado en el que avanzan los cuadros de los reyes, denotando la gran sensibilidad y el detallismo con los que trabajaba:
"La reina la pinto sentada, está guapísima, envuelta su cabeza y cuerpo en amplia mantilla negra, libre cuello y algo de escote (en punta), los brazos se adivinan a través de los volantes de la mantilla, la falda es de seda blanca con aplicaciones en el tul de seda que cubre todo el vestido.
Destacaré casi todo el busto, sobre el cielo, azul con nubes. Una calle de arboles con el fondo del palacio, completan el cuadro; la Reina está sentada en un banco de mármol blanco.
El Rey esta a plena luz, poco fondo, pero brillante de verdes variadísimos. Este retrato es el verdaderamente difícil, por lo cargado de detalles que está el uniforme, y sobre todo por la brillantez fina de la luz solar reflejada"
La carta se completa con otros comentarios, destacando sus impresiones sobre la reina Victoria Eugenia, que le parece encantadora y culta, e incluye dos pequeños dibujos de ambos retratos. Se trata, por lo tanto, de un documento excepcional que nos explica en primera persona el proceso creativo de Sorolla.
En esta pareja de retratos los reyes, que se habían casado solo un año antes, son muy jóvenes. La reina Victoria Eugenia está retratada “a la española”, con mantilla y abanico, en una pose relajada, lejos de la pompa en la que se solían ambientar este tipo de cuadros.
El retrato de Alfonso XIII, vestido con uniforme de húsares, alcanza una de las cotas más altas de la retratística de Sorolla, por el detallismo de la vestimenta y por la multitud de matices con los que capta la luz filtrada por la vegetación.
Parece claro que Sorolla se sintió libre al pintar estos dos retratos, tanto por la pose y el atuendo en el caso de la reina, alejados de lo oficial, como por el tratamiento técnico de la luz en el caso del rey.
Concluyamos con la respuesta que recibió su carta por parte del conde de Villagonzalo (Museo Sorolla, CS6384) en la que el conde le anima a no hacer caso de las críticas y a pintar como le parezca, sin dejarse influir por nada.
Y así fue como hizo, porque Sorolla, aunque fue un artista de su tiempo, integrado en la élite burguesa e intelectual del momento, que tuvo que ceñirse a los dictados de las academias y pintar por encargo, siempre mantuvo una parcela de libertad, viajando, intercambiando experiencias artísticas y experimentando con la luz y el color, gracias a lo cual alcanzó un estilo único e irrepetible.
AGRADECIMIENTOS:
Museo Sorolla
Patricia Maldonado Vidal
BIBLIOGRAFÍA:
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