Alejandro Dumas , el inmortal autor de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, visitó España en 1846 comisionado como cronista oficial de la boda de la infanta Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel II, con el duque de Montpensier. Este viaje proporcionó al escritor el material que algo después se convertiría la obra titulada De París a Cádiz: impresiones de viaje [1], en la que Dumas volcó sus experiencias por España, un país al que buena parte de la intelectualidad europea consideraba atrasado y exótico, capaz de colmar las aspiraciones estéticas de cualquier artista romántico; tierra de leyendas, de bellas mujeres y resonancias árabes, con un folklore atávico, representado por la tauromaquia y el flamenco, donde los hombres mataban y morían por una mínima afrenta a su honor.
Era también, y especialmente para un francés como Dumas, patria de bandoleros. Una realidad que no dejó sin reflejar en su De París a Cádiz, donde se refiere a cierta situación acaecida en los bosques de la Alamina (sic) [2], en que unos bandoleros atracaron a una marquesa que transitaba por allí con su cohorte. Sucedió, sin embargo, que estos parajes eran propiedad del poderoso duque de Osuna, quien obligó a los delincuentes a devolver el jugoso botín robado a la marquesa, que por cierto era su prima, lo cual los bandidos hicieron con complacencia, movidos por una cuestión de honor y lealtad.
Y es que, en este viaje por tierras españolas Dumas fue recibido por Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna quien le hizo de anfitrión y cicerone, al que llama buen amigo, y del que escribe:
“Es uno de esos pocos señores que quedan ya en las sociedades modernas. Trece o catorce veces grande de España, adornado con más condecoraciones de las que puede soportar su pecho, es el último de su raza y representa las tres casas gigantescas que han venido a unirse en la suya: Lerma, Benavente e Infantado”.
Los documentos que hoy presentamos, con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de Alejandro Dumas, dan cuenta de la realidad histórica subyacente a los hechos relatados por el escritor. No sabemos hasta qué punto la anécdota del robo de los bandoleros se produjo tal y como la relata el literato, pero sí que este mostró su interés por visitar los montes de Alamina, y que fue recomendado para ello por el propio duque de Osuna. Así nos lo muestran estos borradores de carta conservados en el archivo de la casa, dirigidos a su administrador en dichos montes, y en la que hace muestra de ciertas cautelas que, sin duda, se referían a la presencia de bandoleros en la zona.
Madrid. 17 de octubre de 1846.
Sr. D. Simón de Perea
Muy Sr. Mío: Mr. Alejandro Dumas, persona de toda mi consideración, desea ver esos montes, y teniendo como es natural el mismo recelo que todos tienen para visitarlos, espero hará usted de modo que lo pueda verificar sin riesgo de ninguna clase, pues siendo un gran literato a quien aprecio, se le recomienda a usted para que le sirva en todo cuanto se le ofrezca y sea posible, en lo que tendré la mayor satisfacción.
Se repite de vuestro afectísimo señor, que sus manos besa.
Desando ver los montes de Alamín, Mr. Alejandro Dumas, persona a quien aprecio y que merece toda mi consideración, le recomiendo a usted muy particularmente para que en mi nombre le obsequie y sirva en cuanto se le ofrezca; y a fin de que no tenga riesgo en verificar lo que desea, le acompañará usted en esta visita, y mandará inmediatamente al Sr. Cura Don Simón, la adjunta carta para por su parte también disponga lo que juzgue necesario a la seguridad y medio de conseguirse lo que dicho caballero desea.
Dios, etc. Madrid, 17 de octubre de 1746.
A Don Manuel Ojeda, Administrador de Alamín.
[1] En español se publicó por primera vez con el título España y África Cartas Selectas en 1847 en Madrid por Sociedad Literaria Imprenta de D. Wenceslao Ayguals de Izco
[2] En la edición de 1847 aparece como bosques de Alamina. Probablemente, se refiere a los entornos del castillo del Alamín, en Santa Cruz del Retamar (Toledo), que eran propiedad del duque de Osuna. El pasaje relativo al encuentro con los bandidos se relata en las páginas 131-143 de esta primera edición.