La Guerra Civil española supuso un punto de inflexión en la evolución del concepto de guerra total. La acción de los ejércitos no se concentraría a partir de entonces en el frente, sino que abarcaría definitivamente a la población civil de la retaguardia enemiga. Gracias a los avances tecnológicos que permitieron construir aeronaves más grandes y de mayor alcance, las ciudades enemigas quedaron a merced de los bombarderos. La doctrina militar de generar terror entre la población civil indefensa mediante el bombardeo aéreo fue usada por Franco, quien incorporó este elemento doctrinal a sus ejércitos, al tener a su disposición la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, que sí disponían de aviones de estas características.
Madrid fue bombardeada de manera sistemática entre finales de octubre y noviembre de 1936 para conseguir doblegar su resistencia. Pero sería a lo largo de 1937 cuando el uso de terror aéreo contra la población civil se generalizó. En febrero, cientos de civiles que vagaban por la carretera de Málaga-Almería fueron ametrallados sistemáticamente en su huida por los aviones italianos; en Valencia, desde comienzos del año, de manera rutinaria; Jaén, atacada el 1 de abril con 159 fallecidos e innumerables heridos. Pero fue durante la Ofensiva del Norte cuando se produjeron los bombardeos aéreos que mayor impacto tuvieron en la opinión pública internacional. El 31 de marzo Elorrio y Durango fueron bombardeadas impunemente por la Aviazione Legionaria. El 26 de abril Guernica era arrasada, al igual que lo fue Durango, pero esta vez por la Legión Cóndor nazi, apoyada por aviones fascistas. El 85 por ciento de los edificios de Gernika, 271, fueron totalmente destruidos y el resto parcialmente afectado. Las bombas incendiarias provocaron un incendio que no pudo ser sofocado en varios días. Las fábricas de armamento y el puente de Errenteria, únicos objetivos estratégicos de la villa, no fueron bombardeados. Esta fue la definitiva carta de presentación de la nueva dimensión de la guerra, la fascista, que contravenía la Convención de La Haya que prohibía bombardear ciudades indefensas. El único propósito era sembrar el terror entre la población.
El gobierno de la República siempre denunció ante la Sociedad de Naciones los bombardeos aéreos por parte del Ejército de Franco, pero sería la conmoción internacional por las devastaciones de Durango y Guernica las que marcaron un punto de inflexión. La repercusión en la prensa extranjera fue inmediata, tan sólo dos días después, como lo documentó el Servicio de Información de la Embajada de la República Española en Londres. El corresponsal George Steer publicaba, el 28, en The Times, la devastación absoluta de Gernika [Guernica (The Times, 28/04/1937)). Pero no fue el único, tanto Daily Worker como News Chronicle recogieron ampliamente la barbarie [They Murdered Hundreds in Guernica (Daily Worker, 28/04/1937); Franco Wipes Out Town: 800 Victims of Barbaric Air Raid (News Chronicle, 28/04/1937)]. También el periódico francés L’Humanité hacía lo propio. Al día siguiente, Daily Herald se preguntaba quién perpetró la atrocidad [Who did it (Daily Herald 29/04/1937)].
Dos días después, el 30, The Daily Telegraph proporcionaba material gráfico a sus lectores. La opinión pública no era capaz de absorber lo que se le relataba y podía, por fin, ver con sus propios ojos [The Daily Telegraph, 30/04/1937]. la dimensión de horror de una ciudad entera reducida a escombros, que era desconocida hasta ese momento. El Gobierno de Salamanca organizó rápidamente la mentira al acusar a los propios vascos de haber destruido la ciudad en su retirada. Todo un éxito de su jefe de Prensa, Luis Bolín, que logró una rápida aceptación entre los medios británicos prosublevados, entre los que se encontraba el propio The Times, que dudó del testimonio de Steer.
Los ataques contra Durango y Guernica, junto con las pruebas recogidas de la participación italiana en el campo de batalla, llevaron al Gobierno de la República a solicitar la reunión del Consejo de la Sociedad de Naciones el 19 de mayo de 1937, en la que presentaría un libro blanco sobre la participación de Mussolini en la guerra. El nuevo Gobierno de República, liderado por Juan Negrín, tomó también otra decisión transcendental para denunciar los comportamientos fascistas de la guerra y la manipulación de la opinión pública mundial por parte los rebeldes.
El mural del Pabellón de la República de la Exposición Universal de París que iba a denunciar el horror de Guernica pasaría a ser realizado por Pablo Picasso, en contra de la opinión del Gobierno Vasco, que había encargado al muralista vizcaíno Aurelio Arteta la confección del Tríptico de la Guerra. Picasso comenzó a trabajar el día 1 de mayo en unos apuntes, traumatizado por la horrible noticia. El 11 de mayo, en su taller parisino de la rue des Grands-Augustins, 7, trazó las primeras líneas en el inmenso lienzo que se ha convertido en uno de los alegatos universales contra la guerra y en icono del siglo XX.