Las islas Filipinas eran un universo por descubrir para los españoles siglo XVI. Poco sabían de aquellas tierras y sus gentes, aunque desde antiguo habían participado del comercio internacional de especias. A su llegada, los europeos admiraron algunas de sus plantas y animales, aunque les sorprendió encontrar especies conocidas. Para los colonos fue un alivio disponer de arroz, cítricos, gallinas, cerdos y otros alimentos que les resultaban familiares, aunque no desdeñaron la fauna y la flora locales.
Su ubicación estratégica convirtió a este archipiélago en un espacio de encuentro, también en el ámbito gastronómico, pues las influencias españolas y americanas, introducidas en el siglo XVI, se sumaron a las aportaciones provenientes de Indonesia o el continente asiático.