El uso de tocados altos, conocidos como corniformes, y cuyo hábito aparece ya documentado en época medieval, se extendía a principios de la Edad Moderna por toda la cornisa cantábrica, desde Galicia hasta el País Vasco, así como por el norte de la meseta castellana, junto con Navarra y La Rioja. También era común en el suroeste francés.
Se conoce como eran gracias a las representaciones pictóricas o escultóricas que nos han llegado, así como a los álbumes de trajes que se popularizaron sobre todo a partir de finales del siglo XV y durante todo el siglo XVI, confeccionados por diferentes visitantes de origen europeo. Tanto su origen como su interpretación simbólica no parecen ser cuestiones cerradas. Así, algunos coetáneos y otros autores posteriores le han atribuido un sentido pagano y también fálico, debido a las variadas y sugerentes formas que alcanzaban. Igualmente, su uso ha sido relacionado con la ostentación de riqueza por parte de las mujeres que los portaban, aunque también debió ser una costumbre bastante popularizada. Desde finales del siglo XVI estos tocados fueron cuestionados dentro de los ambientes laicos y eclesiásticos, aunque su uso debió extenderse más allá. Algunos de estos elementos pueden ser interpretados a la luz del pleito que os presentamos.